viernes, 23 de junio de 2023

¿Por qué? Manifiesto retórico de un aficionado contra el régimen taurino.


Sobre la base del párrafo más famoso de Ortega, podemos esbozar una descripción fundamental del comúnmente conocido como "régimen taurino", "tauromaquia oficial", o, no tan comúnmente, "caniarquía" (régimen en el que el poder está en manos de perros -canis- y perritoros):

La Tauromaquia oficial consiste, pues, en una especie de empresarios y ganaderos fantasmas que defienden los fantasmas de unos toreros y que, apoyados por las sombras de unos periódicos, hacen marchar unos toros de alucinación.

Pues bien, contra ese régimen y sus fantasmagóricas fechorías quisiera arrojar una pregunta retórica, como en su noche hizo Mourinho, que sirviera como manifiesto de un aficionado y de la que espero un día conseguir una respuesta:

¿Por qué?

¿Por qué se ha hecho de los toros el único espectáculo en el que se insulta y se desprecia al que paga?
¿Por qué Amón?
¿Por qué Zabala?
¿Por qué Domínguez?
¿Por qué, Roberto Gómez?
¿Por qué se rechaza lo minoritario en la tiranía de las minorías?
A la vez, ¿por qué la evolución de la tauromaquia tiene que ser tal como para que quepa en las súpercivilizadas cocorotas de los Sémper o Bustos?
¿Por qué la tauromaquia sigue un isomorfismo institucional y se estataliza al modo de un partido politico, de una empresa del Ibex o de un periódico subvencionado? ¿Puede algo en nuestro Estado de partidos escapar a la ideología?
¿Por qué se fuerza en los toros la propagación, como de un virus, de la moda de lo políticamente correcto?
¿Por qué lo correcto y, por tanto, lo verdadero es desmayarse de oficio con la labor de albañilería de Julián de San Blas?
¿Por qué se promueve la espectacularización de la tauromaquia? Es decir, ¿por qué tiene el mismo valor la reproducción en el móvil de la imagen de una faena en Olivenza que ver algo y llorar en Las Ventas?
¿Por qué Madrid tiene que dejar de ser Madrid para ser Sevilla, cuando ya ni Sevilla es lo que era, aunque nadie se queje?
¿Por qué se fomenta una desnortada ebriedad y se castiga la sobria exigencia?
¿Por qué no se puede protestar lo que está mal, cuando está mal hecho?
¿Por qué quieren decirnos qué protestar, cuándo y cómo? ¿Por qué se tolera la palmada por inercia y se deslegitima la queja legítima?
¿Por qué hemos de tragar con los inválidos, los tejemanejes veterinarios, las corruptelas presidenciales y empresariales, y con gerentes politicastros e insolventes?
¿Por qué realizar el tercio de varas como si fuera un trámite que, en un momento dado, podría incluso simplificarse o hasta suprimirse?
¿Por qué obligar al consumo de un mono-encaste, de unos Juampedros de cruces bastardos que resultan en descaste, sostenibilidad y tedio?
¿Por qué los carteles parecen los de una residencia de mayores, con gerontócratas que ejercen un "poder gris" y taponan las aspiraciones de toreros de veinticinco?
¿Por qué cantar como gestas las aventurillas de unas figuritas de mazapán frente a bóvidos de merengue?
¿Por qué la mayoría de la prensa actúa como flabelífera y acrítica para con ese régimen?
¿Por qué, en tiempos de factcheckerismo, no hay un Newtral para las noticias taurinas?
¿Por qué en el planeta taurino el clima habitual es de desinformación y nadie, absolutamente nadie habla de la necesidad de un cambio atmosférico?
¿Por qué el reloj de las faenas corre más para unos que para otros, por qué las mulillas corren menos para unos que para otros, por qué el pañuelo verde tarda menos en salir para unos que para otros, y por qué, entonces, los presidentes no son independientes?
¿Por qué los presidentes de Las Ventas no llevan el pin de la Agenda 2030 cuando su única motivación es la sostenibilidad del toro y de su silla?
¿Por qué el callejón se abarrota mientras calvea la andanada regada con abonos regalados?
¿Por qué se vocean bieeeenes en vez de olés? ¿Será un eufemismo de la conciencia de los proclamadores intentando ocultar con un bien lo que está mal?
¿Por qué cubrir Las Ventas y descubrir que sin aire tampoco se torea?
¿Por qué se antepone la nobleza a la bravura, la bobaliconería a la listeza? ¿Cuándo el español ha querido ser antes Ombú que Cazarrata?
¿Por qué lo cursi es el tatuaje de todo lo taurino?
¿Por qué, en la actual guerra de lo ligero contra lo pesado, gana lo primero en una cosa tan grave como esta de los toros que va de lo más pesado que hay, la muerte?
¿Por qué el cuatreño antes que el cinqueño? ¿Para cuándo el holograma del toro antes que el animal vivito y coleando?
¿Por qué se consiente y defiende el afeitado de los pitones? Qué será lo próximo, ¿la no-muerte del no-toro?
¿Por qué la plaza de toros de Madrid tiene que reformarse como discoteca, botellódromo o nido procreador en el que Almeida o las nuevas generaciones encuentren o enseñen a su media naranja?
¿Por qué gintonics sí, y pancartas no?
¿Por qué determinar la hegemonía de una h-estética sobre la Ética de los toros?
¿Por qué hacer de los toros un continente sin contenido?
¿Por qué pontificar la mentira y demonizar la verdad?
¿Por qué hemos de tragar con una pseudotauromaquia de pseudotoros?
Y como aficionados, ¿por qué nos emperramos en que se aplique lo de parar, mandar, templar y cargar la suerte a un toro que ya está parado, templado, podido y embobado?

viernes, 16 de junio de 2023

Humanización de la Exigencia (o una tarde en el 7 por uno del 7)


[Entrada por la Puerta Grande, contrariamente al sentido del triunfo]

- "Qué cosa esta de entrar por donde todos sueñan con salir, aunque alguien debería decirles que eso no les quite el sueño, que salir por aquí quita más que da, y eso que antes lo daba todo. Y mira... todos estos aplaudidores, uno de los motivos".
- "Oye, ¿quieres un programa? ¿Sí? Muchas gracias, esto pa' ti".
- "Subamos por aquí. Anda, hoy vuelve Chacón" -un empujón de hombre con gintonic en mano interrumpe la frase, la cabeza se gira y se ve una espalda achaquetada encima de coloridas piernas-, "macho, éste al final viene más tardes que nuestro A. Por cierto, ¿sabes si hoy venía Leo?"

Se pone a resguardo con esmero la hoja blanca de autoridades, cuadrillas y toros en el mismísimo centro del programa de mano, donde las grapas, para que sea más fácil alcanzarla durante la lidia. La escalera sube abarrotada, los ojos se bajan culeados y el suelo aguanta la dicha y la pesadumbre de una tarde más y de muchos. Vibra el móvil del trabajo, un email se ojea y se guarda en el bolsillo.

Arribando nos recibe el Sur claro y entrecortado por arcos y hombres de la terraza y el programa de mano instintivamente tapa el contraluz. Se ve que la portada y la ganadería de hoy coinciden en su género bucólico pastoril: por fuera, una dehesa enverdecida y salpicada de vaquitas y sus crías, y, por dentro, una de Juan Pedro.

- "¡Mira! Ahí está Leo, voy a felicitarle".
- "Ahora nos vemos, que están estos en la barra".

Leo no es de barra, ni de bar. Es del Atleti y es su cumpleaños, ocho décadas y miles de tardes cumple. A eso de las siete menos cuarto hasta menos cinco post meridiem, la puerta del alto del 7 está siempre flanqueada por dos pilares y una única pilastra, un atlante, Leo, adherido al más alejado de la escalera. Le pesan las miradas y los saludos, que soporta mientras espera a alguien que le ayude a subir hasta su fila 27. ¡Con cuántas pilastras como Leo se reformarían ontológicamente Las Ventas!

- "Muchas felicidades, Leo", y se abrazan.
- "Hola, hola. ¿Qué tal? Mira, hoy he traído de todo eh, eh. Oye, ¿cómo estuvo este, el francé? Eh, que me convidaron mi familia. Unas gambas, riquísimas, oh. ¿Tú has comido gambas?"

J. se acerca con su cojera.

- "Tsch, os estuve buscando con la mirada, a ti y a mi tocayo J. Esto pensaríais que jamás lo diría, pero aplaudí al francés. Sí, sí, cuando uno está bien, está bien. Me tuve que callar", se sincera J.
- "Oye, y los de Méntrida, ¿no vienen hoy, eh?"
- "Sí, sí vienen. No estuvo mal, J., el francés, a su neo-manera, pero no toreó".
- "Oye, oye, ¿tú escuchas a ese, el del Toril, el Juandomingo ese, eh? Oye, hoy viene el rubio, el Iván García".
- "Ya te digo yo que pensaba que en mi vida iba a aplaudirle. En mi vida. Ahora, es lo que hay", se resincera J.

J. se aleja hacia dentro con su cojera y deja su monólogo en boca del de Leo. A los dos minutos le seguimos y atravesamos la puerta tras la que cae todo el Oeste de Madrid. Pasado el muro del vomitorio giramos a derechas y subimos de nuevo. Una verdad es que el abonado del tendido alto del 7 no hace más que subir, para que luego le digan que baja tú, ¡con lo que hemos tenido que subir! Apretones de manos nos aúpan hasta saludar a nuestros meteorológos de primera fila de grada.

- "¡Aguafrí-aguafrí-aguafrí! ¡Agua pa' los ricos! No os libráis hoy", dice A.

Suenan clarines y timbales. Salen Rocío y el alguacilillo y llegan E. y J., anchos como Castilla, llega después K., piti en boca, junto a A., sin piti, y detrás E. y A., que dice que "hay que llegar antes, señores", mientras aún abajo vemos a J., que llega como siempre tarde y enseñorado, y, aún más tarde, llegan los niños, que nos levantan. Otros habían llegado antes, por lo que ya estamos todos cuando va terminando el paseíllo, en loor de gintonics. También se pasa revista a los sobresalientes de filas más abajo y sale el primero.

- "¡No me habían dicho que hoy era novillada!", dice con razón A. el climatólogo, ahora en su rol de veterinario.

Pronto suenan palmas de tango y se levantan varias figuras más abajo (los citados sobresalientes) brazos en alto. Se acerca el animal y los brazos empuñan serruchos entre más palmas de tango. "¡Plas, plas, plas!", es la música que no suena en Las Ventas. "¡Plas, plas, plas!", oye el resto de la plaza, que bebe. Qué bronca sería ésta hace veinte años, qué movida habría en los 80 y qué crueldades presenciaríamos en la plaza de Tetuán de las Victorias con ese torete amerengado en el ruedo. Para colmo, en el capote del matador blandea el toro, lo que no impide a J. caer en la cuenta del tamaño de la tela.

- "Joder, es tan grande como el edredón de invierno de mi mujer en el pueblo".
- "Ya ves, pero qué clase de pase es ése, que no es una verónica, ¿puede que sea un delantal de esos que daría José Andrés en solidaridad con el toro?"
- "Gustavo Bueno decía que dos son solidarios frente a un tercero. Y ese pobre tercero debemos ser nosotros".

Antes de terminar el recibo capotero, a Leo le hace caso la plaza:

- "¡Aplaudí!", y la gente aplaude.

Sale el picador, que está en el tipo de hoy, de liberalio runner que corre por la lucha contra el cambio climático, por la mujer o por encontrar el centro.

- "Mira, E., este picador no está gordito como tú, eh. Ya no hay picadores gorditos. ¡A Echenique sí que hay picarle!", exclama Leo.
- "Son jockeys", remarca J.

Las protestas suben con el puyazo trasero. Igual con el segundo, propinado en modo pértiga, del que sale caído el toro y que levanta nuestros cuerpos, pañuelos verdes y nuestras voces.

- "¡Toooro, toooro, toooro!", y la plaza bebe.
- "Es más difícil ver un puyazo delantero que al Atleti ganar una Champions, ¿eh, Leo?", ofende K.
- "¡Toooro, toooro, toooro!", y el toro orugueando entre capotes que suben.
- "Qué sabrás tú, Curri, vete con el golfo madrilista de Roberto Gómez, eh", ofende también Leo.

Al neófito perdido en el alto del 7 le queda claro en el primer tercio de varas que con un Leo por cada treinta espectadores se haría inviable el plan de trasladar el silencio sevillano a Madrid. Pasa el primer banderillero y pasa que aterriza el toro para que la bronca se eleve. El 7 es un clamor verde y la plaza un silencio báquico.

- "Todas la tardes tragando inválidos, es que todas las santas tardes", se lamenta K.
- " Qué golferío, como dice Ruiz-Quintano, qué golferío. Qué mafia debe sentarse por las mañanas a la mesa para discernir qué toro sí y qué toro no".
- "Ya os digo yo que en mi pueblo, en las fiestas de agosto, salieron para los chavales novillos con más cuajo", dice E.
- "J., J., ¿y tu chico? Que no deje de estudiar"
- No, Leo, no, a eso se ha quedao, a estudiar, responde E., tío del chico de J., cuando nuestro alrededor es una sombra verde que nos obliga a levantarnos y a vocear hacia el palco.

- "¡Presidente, dimisión! ¡Presidente, dimisión!", con algunas manos gesticulando un robo de la entrada. El presidente cambia el tercio y la sombra verde se agranda. Aunque la plaza bebe, ya no lo hace agusto.

- "¡Ladrooones, ladrooones!"

Con la música que no suena en Las Ventas el matador inicia su faena y la desarrolla entre un toro por los suelos y un toreo por el des-. La faena es una algarabía constante que se corta con palmas inexplicables al final de cada serie.

- "¡Esto es culpa tuya, presidente!", dice uno de los sobresalientes de abajo, recibiendo el aplauso del público cercano.

La faena sirve para comprobar que ha venido la "Voz de la Verdad" de la Andanada del 9, que en el callejón también hay atlantes y cariátides que sostienen ontológicamente el tejadillo, que la mujer de J. es de un pueblo al lado del de uno, que Rosco también protesta en pie, que Twitter no carga, que Alcobendas no tiene plaza y que Las Ventas se le parece.

El matador mata mal, suena un aviso y descabella.

- "Cómo empieza esto, niño, cómo empieza. Vaya tardecita nos espera", y no se equivoca, J.

La tarde pasa y no pasa nada, sólo nos levanta del asiento la música de la banda o el quejío de una vejiga llena de ginebra y tónica. Del segundo al cuarto se comen los víveres traídos por Leo por su cumpleaños, y los dos últimos se ven por verse, agotadas las protestas, hasta que cae la sombra sobre el reloj de la plaza y la corrida muere.

Bajamos y uno se pone a responder a aquél email del trabajo que dejó leído por las escaleras de subida, mientras piensa, porque ya lo venía pensando en el tendido, en quienes sobrevivirían si no pudiéramos salir de la plaza como en el "El Ángel Exterminador" no podían salir de la mansión. Seguramente, Abellán y El Chatarrero, que son lo más similar a una aristocracia como la de la cinta de Buñuel.

[Salida por la Puerta Grande, derrotados en el sentido del triunfo]

domingo, 11 de junio de 2023

In Memoriam de Yiyo. En un ambiente indigno e indignas actuaciones, D. Ignacio Sanjuán salvaguarda la dignidad de Madrid.


¿Qué se le habrá pasado por la cabeza al presidente D. Ignacio Sanjuán Rodríguez para resistir numantinamente, dejar en su regazo, inmaculados, ese pañuelico blanco y la dignidad de la plaza de Madrid, y no permitir el descerrojar una sonrojosa y beoda Puerta Grande para Roca Rey, cuando todo apuntaba a eso que era lo más fácil? Podemos elucubrar hasta el infinito (que es algo parecido a eso que habitaba esta tarde entre el peruano y los toros que le han tocado en suerte), cavilando sobre si D. Ignacio ha considerado que la petición no era mayoritaria, que a hombros no pueden auparle a un matador dos pinchazos, que era la mejor forma para colocar su nombre en todas las crónicas, que siente animadversión por Roca y más aún por la crítica volcánica que pueda hacer Zabalita, que no le gusta la literatura de Vargas Llosa y menos todavía su exhibición libidinosa de la relación con la Preysler, que no va a premiar una oreja hecha a base de careos con el tendido, arrimones y revolcón, que ya está bien de que triunfe el mal, o que, quizá, era más importante ordenar en su cabeza los mundanos quehaceres de mañana lunes que atender a lo supuestamente divino de la actuación del matador. En cualquier caso, ese hombre, con nombre del mejor articulista de España y sin hacer nada, es decir, sin sacar el pañuelo, ha hecho hoy más por respetar la plaza de Las Ventas que las actuaciones de los tres actuantes que sumaban cincuenta años de alternativa, que se dice pronto. Gracias y enhorabuena, Don Ignacio.

Íbamos a la plaza con las venas aún sin recuperarse por el chute de afición que nos inyectó el corridón de Victorino, que dejaba en nada la heroína del Arrebato de Zulueta, y salimos de la plaza con la cabeza como un bombo tras la desintoxicación a la que nos ha sometido hoy la química que nace del enlace entre las figuritas de mazapán del escalafón y los figurantes de gintonic del tendido, una droga que desengancha de esta afición a los toros. La plaza era una batalla entre los pocos yonquis del toro y la exigencia y los muchos yonquis del cubata y la diversión.

De hecho, la tarde se resume en el minuto de silencio inicial en memoria del Yiyo (qepd) roto por un vivaespaña. He ahí los dos planetas que chocan sin gravedad que los sostenga, el de la afición que recuerda a Yiyo y protesta lo que está mal, y el del hombre-pegado-a-un-gintonic que pregunta sobre el minuto de silencio y protesta porque se protesta y, es más, cree con fervor religioso que es la protesta la que provoca la cogida del toreo y así se lo hace saber al aficionado: "¡Baja tú, que le ha cogido porque no te callas, hijo de p***!". Se da una paradoja y es que en su mayoría, ese hombre-pegado-a-un-gintonic tiene pinta de votante que aborrece lo políticamente correcto, pero en la plaza, defiende con ahínco y mala educación eso mismo: la simulación y el engaño. ¡Qué esquizofrenia, la del españolito ciudadano del Estado de partidos!

Lamento no haber hablado todavía de los buenos toros, de Victoriano del Río y de Cortés, desiguales y justos en presentación, bravos en el caballo, salvo el huidizo y soso quinto, todos de elevada movilidad y encastados el primero, cuarto y sexto, y éste, para reventar Madrid en el añorado toreo de la larga distancia.

Los tres matadores, El Juli, Talavante y Roca Rey, mandamases del toreo, han tenido tres tardes en Madrid y han arrojado el absolutamente desdeñable resultado de la más insignificante nada. Un señor petardo. Esto, también, se dice pronto. De homenaje a Yiyo, torero de Madrid, han dejado dos brindis, Juli y Tala, y un traje, Roca.

Julián de San Blas, con veinticinco años de alternativa y torero poderoso entre los plumillas, empezó de miranda en la lidia de su primero, hasta que vio la excelente condición del toro, noble, bravo y movilísimo como un carretón empujado por un niño. Brinda a Yiyo e inicia en figura vertical, pero destemplado. Luego, recital de tauromaquia juliana, que es esa que una sabia voz de la andanada del 9 concentra en: "¡Torea un día, Julián!". Mata de bajonazo y levanta la mano desvergonzadamente. Si Julián es incapaz de triunfar con este toro, lejos se ve el día en que pueda superar en Puertas Grandes a Pepe Nelo.

Talavante, con diecisiete años de alternativa, sortea el lote más descastado y soso, pero deja la casi certeza de que él está igual de descastado y soso. En ambos exhibe apatía, lejanías y talavantía, que es esa capacidad suya para imitar lo que ve y le cala en el alma día sí, día no, y que hoy es el des-toreo de sus compañeros. Joselito le dejó la cabeza hecha trizas y Simón Casas no las ha recompuesto. Destacar la buena lidia y el cierre a una mano de Ambel en el segundo toro.

Salta el anovillado tercero al capote Roca Rey, ocho años de alternativa, y salta el ay del público. Dos policías nacionales asoman el uniforme por el vomitorio del 7 alto y otean caras, sombreros y cuerpos por el tendido. El legítimo monopolio estatal de la violencia de Weber arrojado amenazante sobre unos pocos aficionados que protestan. A Talavante le tienen que decir que salga del callejón y ocupe su lugar en el ruedo durante el tercio de varas. Desarrolla incertidumbre el toro durante los primer y segundo capítulos, con coladas y el aire levantándose. Valor de Roca, por lo incierto del encastado toro, en un inicio de artificiosos pases por detrás, cambiados y por delante. Esto, muy en novillero y, lo demás, muy en burócrata del neo-toreo. Al contrario que en sus dos actuaciones previas, enseña que es el mejor neo-torero, sobre todo, en una serie por la derecha. Muchos bajatús entre series tremendistas hasta matar de estocada caída y varios descabellos y dos avisos. Los mulilleros se ganan su jornal y su procrastinar concede una oreja al matador.

El cuarto toro hace una gran pelea en los dos puyazos que recibe, lo que se le premia con una capea en banderillas. Toro encastado y territorial, que Julián tarda en entender y que se le va, como el anterior, sobre todo por el derecho, por el que es una máquina de embestir. Una serie eleva el nivel por ese lado, con el matador más ajustado, aunque descargado, y templando. Mata de estocada desprendida y atravesada y varios descabellos. Si Julián es incapaz de triunfar con este toro, lejos se ve el día en que pueda igualar en Puertas Grandes a El Hencho.

Sale el sexto con sus orejas en su sitio, listas para ser arrancadas por Roca y la masa. Y pronto muestra que realmente es un toro de dos orejas. ¡Qué arrancadas al caballo sin la mediación del matador! ¡Qué arrancadas hacia los banderilleros y el capote del lidiador! ¡Qué arrancadas frenadas por un inicio sin ton ni son de Roca por estatuarios y trincherazos! ¡Qué arrancadas que pillan desprevenido al matador que no manda, está despegado, se lo echa hacia fuera y se queda descubierto para que el toro lo prenda! ¡Qué arrancadas para hacer el toreo de Madrid, para que estuviera ahí Chenel! ¡Y qué cosas, tras la cogida, de encimismo, tremendismos y vulgaridad! Roca, soberbio, se encara con el 7, vilipendiado por el resto de la plaza que estalla en masa a gritos de ¡torero, torero!, quizá irónicos, y en metralla de insultos, agresividad y aliento alcoholizado contra aficionados individuales. Hoy se llega a ese punto en que al aficionado el taurino lo comprende como algo indigno de un trato humano. Entretanto, sigue Roca que pincha dos veces y mata mal, pero la plaza se cubre de pañuelos. El presidente no concede el apéndice y el toro se va entre palmas a él y al presidente.

La tarde pasó en un indigno ambiente guerracivilesco entre el que protesta porque paga y el que protesta al que protesta porque ha pagado mucho. Pero que ese clima en los tendidos no tape lo indigno del ruedo: unas figuras sobradamente incapaces de desorejar a toros para ello, de triunfar en Madrid, con un 90% de la plaza entregada a entregar orejas.

sábado, 10 de junio de 2023

Manual básico para protestar en Las Ventas

Hace treinta años, los que caen de golpe tras una faena de Perera y los que tardó la-democracia-que-nos-dimos-entre-todos en quebrarse para seguir igual, el crítico de arte Robert Hughes denunciaba "La cultura de la queja" que paralizaba Estados Unidos por mor de la corrección política o del victimismo de las minorías. Treinta años en los que esa cultura se ha extendido y ha devenido en derecho, el derecho a protestar, y a poder ser uno criminalizado por ello. Todo se puede protestar, de todo se puede uno quejar, incluso sentirse ofendido u ofendidito, salvo de lo políticamente correcto.

Una situación propia, también, del planeta de los toros, en el que la censura sobre las protestas del aficionado venteño durante la lidia es la más viva expresión de la corrección política. Las protestas no se pueden tolerar, pese a ser una minoría, la de los aficionados, la que las profiere, porque lo políticamente correcto es aplaudir el engaño. Cada vez que el aplauso pontifica la simulación, estamos más cerca de la transfiguración de Las Ventas en la Plaza de San Pedro, en la que se aplaude a una pantalla gigante que encuadra el busto parlante del Sumo Pontífice. Una censura que, además, se prevé enardecida por una inquietante corriente liberalia que empieza a campar a sus anchas por los callejones de las plazas de toros con Amones y europeístas, que se contagia desde el lenguaraz micrófono de Federico, y que avanza entre las moderadas columnas de los Bustos y Garrochos. Inconfundible señal, el liberalio, de que el final de la libertad de algo está próximo.

La cosa es que en Las Ventas, única plaza donde aún se protesta, se atiende a una batalla entre aplausos correctos y protestas incorrectas. Por ello, sirvan las siguientes ocho pautas como manual básico para protestar en una tarde con el habitual toro sostenible y bobo y contribuir con ello a despontificar la mentira:

1. Si el trapío del toro es indigno de Madrid, es decir, si antes que un toro de lidia, parece Ferdinand o cualquier bóvido con cuernos de merengue, que dan ganas de llevárselo y ponerlo bajo la tele mientras se reproduce el encierro de Cebada Gago en los sanfermines de 2022: protestar.

2. Si el toro blandea y se muestra inválido, es decir, si su querencia es la de Biden, caerse (¡toros presidencialistas!), y rebozar su hocico, panza y gónadas por la arena del ruedo haciendo surcos, con el riesgo para los de luces de sostenerlo y evitar su desplome: protestar.

3. Si el matador no coloca bien al toro para la suerte de varas, es decir, si aplica una distancia de cortesía como la de los puercoespines de Schopenhauer para no pincharse, en la que burel y equino no se molestan y, por tanto, la pretensión es hacer desconocida la condición del toro: protestar.

4. Si el picador ejecuta mal la suerte de varas, es decir, si mueve el caballo como si estuviera en el país de la Reina Roja de Carrol, sin avanzar porque la tierra se mueve, no va de frente al toro y no cita con la vara en lo alto que, al descender, cayera caída, trasera, feamente o sobre el aire: protestar.

5. Si la lidia se convierte en una capea, es decir, si el toro va de una capa a otra capa como iría una erala de copa en copa en una celebración campera de un divorcio organizada por Luismi el Chatarrero: protestar.

6. Si los banderilleros pasan en falso, clavan a toro pasado, trasero o no reunido, es decir, si cunde la impresión de que su performance con los rehiletes podría ser lo último de Marina Abramović: protestar.

7. Si el torero des-torea, es decir, si se sitúa en Manuel Becerra y cabe una M-30 entre él y el toro, si perfilea en cada envite como el PP de Borja Sémper, si descarga la suerte en reflejo de autoprotección al igual que el Norton reacciona ante cualquier amenaza externa en nuestro ordenador, si entre pase y pase da incesantes pasitos en honor a la movilización permanente de Mao, y da grititos al animal en homenaje a la plaga de shows como Got Talent, La Voz o Tu Cara Me Suena, si se echa el toro para fuera, como quien despide a alguien a quien no desea ver más y remata por arriba, y si aburre a pases al modo de Carlos el Loco de Francia, que apoyaba o cancelaba los edictos según soplara el viento: protestar.

8. Si el torero hace mal la suerte de matar, es decir, si no se ubica entre los pitones para citar, echa la muleta abajo a las pezuñas del animal, hace la cruz y se arroja recto para dejar la espada en lo alto: protestar.

La protesta es lo único que todavía separa a Las Ventas de Alcobendas, que no tiene plaza. Protestemos para pontificar la verdad y demonizar el engaño. Taurinos, créannos que hay ocasión de dejar el gintonic para protestar y no sólo para sujetársela en el aseo, agarrar el paraguas o sostener el vapeador.

domingo, 4 de junio de 2023

La de la Prensa. Afortunado el que haya ido hoy por vez primera (¿Iceta?), pues ha visto un auténtico corridón de Toros de Victorino y a dos Hombres, Ureña y de Justo.


Con el Rey Felipe VI en una barrera del 9, jefe de este Estado de partidos que nos conduce sin remedio a una constitucionalmente prescrita desnacionalización, hoy, más que nunca, hay que empezar por lo que una oligarquía taurina corrupta de flabelíferas plumas, estomagosos criadores y pitiminosas figuras quiere suplantar por un sucedáneo; hemos de abrir con eso que nos levanta del sofá de casa, de la silla de la oficina o de la miseria mundana en grado dispar en que cada uno nos acomodemos, y nos sienta en un granito almohadillado; tenemos que comenzar por esa cosa que nos pone la muerte en los ojos, narices y alma, hoy, cuando la muerte sólo se presenta en la de nuestro personaje de videojuego o en la de nuestra mascota Rufo (no confundir con Pufo); nos vemos felizmente obligados a comenzar por eso, lo más moral, lo único que hoy en día nos permite distinguir nítidamente lo que está bien, de lo que está mal; en definitiva, hoy, hay que empezar por aquello que da sentido a eso que viene llamándose desde hace ya unos siglos Tauromaquia: el Toro de Lidia. Esta tarde, Playero, Gallego, Esclavino, Boliviano, Gallego y Director, seis imponentes, unos nobles, otros fieros, y todos encastados, bravos y arrastrados con la boca cerrada, Toros de Victorino Martín, para Paco Ureña y Emilio de Justo, dos matadores sin arrugarse, en un corridón de Toros. Qué dirá la Prensa de esta, su corrida, cuando ha resultado en todo aquello que demonizan. Y qué dirá Julián, cuya loada poderosidad desearíamos poder haber visto con estos toros.

En síntesis, afortunado el que haya ido esta tarde por primera vez a los toros, pues, sin duda, ha visto una auténtica corrida de toros (aunque todos han cumplido en el caballo, sólo ha quedado por ver algún buen tercio de varas, pero eso, querido aficionado, es el Objetivo de Desarrollo Sostenible 1, ODS 1, de la Agenda 2030 de la oligarquía taurina: reducir el tercio de varas a un mero trámite hasta hacerlo desaparecer por cruento o inútil).

Playero se vuelve a toriles y vuelve al ruedo para perseguir con ahínco el capote de Ureña hasta los medios. Continúa apretando en gazapeo durante el quite chicuelo de de Justo, afeado, y acosa al banderillero hacia el centro del ruedo. Ureña brinda al Rey, la badana de Iceta sonríe y Playero, como influido por ese Ministro de Cultura y Deporte tan g(u)ay, remolonea. Se va orientando en dos series de derechazos del matador que terminan con el animal en cada pase de pecho bajo su regazo. En una de esas, se adosa al cuerpo de Ureña hasta arrojarlo al suelo y comérselo con el hocico y las pezuñas. Doce almas en el ruedo, el toro encelado y Ureña sin mirarse, vuelve, desmayado y con desmayo, por el izquierdo. El toro sigue con hambre de hombre, pero ahí está el empecinamiento cipotudo del matador, aguantando y perseverando, hecho un héroe genuinamente español, tanto, que el toro se raja. Con la espada, se tira a matar o morir, el toro lo prende y zarandea empitonado en el aire, y muere de estocada contraria mientras el matador se desploma sobre la arena por la paliza en forma de Cristo crucificado. El tendido se acuerda de respirar pañuelo en mano.

Gallego es ovacionado de salida y tiene un inicio acosador similar al del primero, con de Justo saliéndose hábilmente con él. Suenan clarines para la muleta y el toro mira a Ureña capote en mano y anda hacia él, éste aguanta, maltrecho, la mirada del toro cada vez más cerca y así se va andando, torero, hacia el burladero hasta que el toro se para. De Justo también brinda a Su Majestad y pasa toda la faena andándole por fuera a Gallego, como transmutado en un Feijóo del toreo, sin ajuste, sin mando y rematando por arriba. Por sorpresa, da dos lentísimos derechazos relajado, pero vuelve enseguida a lo mismo. Se agradece y valora que abrevia. Mata de estocada caída y atravesada.

Esclavino tiene otras hechuras y no acosa. Inicia Ureña su faena por bajo y sobresalen un natural, un trincherazo y el de pecho. El toro es un dechado de calidad y nobleza. Pasa a la derecha y emerge un gran cambio de mano final. Da otra serie similar por la derecha y toma la zurda, con la que no le ofrece el sitio que el toro parece pedir. Despunta por ahí un cambio de mano en el que lleva al toro fuera de su cuerpo sin inmutarse. Vuelve a la diestra y aplaudimos un derechazo despaciosísimo. Faena de retazos sueltos, culminada con un pinchazo y una estocada contraria. Se le concede la oreja en sumatorio de sus dos actuaciones, creemos.

Boliviano es un tren cilíndrico que difícilmente cabría por los populares túneles del FEVE. De Justo brinda a de la Calle en ovación y llueve. Pronto se ve que el toro embiste sin parar con transmisión y humillación, sobre todo por el derecho, pero el matador duda y se va del 7, al 9, hasta llegar al 6. Desajustado a derechas y mejor colocado, pero embarullado, a izquierdas. Lo que decíamos, un Feijóo. Cunde la sensación de que el toro le ha podido y se le ha ido. Suena un aviso y mata de bajonazo.

Otro Gallego sale en quinto lugar entre palmas de pie. Qué torazo. Llega a la muleta con incertidumbre sobre su comportamiento y pronto canta por alimañerías. Ureña, firme y valiente, se esfuerza por extraer algún buen muletazo por ambos pitones, esos que se le ponen en el pecho a la salida de cada pase. Por momentos, resucita en homenaje a su suegro, Dámaso González. El cuerno toca su pecho, a ver si es más fuerte el corazón del hombre o la queratina del asta, y ni se inmuta. Gallego también prende a Ureña. Éste entra a matar, deja media estocada, pero no logra irse de la cara del toro, que lo tiene apresado hasta que el providencial capote de Agustín de Espartinas y su propio cuerpo se llevan al toro mientras vuelan por los aires. Suena un aviso y el toro, sin moscas en su boca, muere largamente ante los aspavientos de su matador.

Director se lleva la mayor ovación de salida, con la plaza en pie. Un toro de Madrid y dos pitones para no dormir. Hay cuernos que dan miedo, como estos, y hay cuernecitos, como los de los Alcurrecenes, con los que se sueña el toreo. Desde el primer lance de de Justo con la muleta, sentimos que estamos ante el Toro. Qué arrancada corpulenta y virulenta, qué embestida vibrante y humillada, qué celos de su territorio, qué codicia, qué casta, qué bravura. Y de Justo, ahí, ante todo eso, cuando deberían estar otros gerontócratas de este oficio. Está serio, honrado en su último estilo más de lejanías, y torero en los lances ornamentales, pero el toro se va sin torear, como se le iría al 95 por ciento del escalafón. Mata tras dos pinchazos y un aviso de estocada desprendida. Director se va arrastrado en medio de una apoteósica ovación. El toro de todos estos días y un toro para el recuerdo.

Tras dos horas y veinticinco minutos hechas dos suspiros, sale el mayoral de Victorino a saludar y nos despedimos de nuestros compañeros de abono con la emoción de lo vivido y la frustración de ver a Daniel Ruiz y Juan Pedro Domecq en Beneficencia. Aunque luego sea que resulten bravos y encastados, que hoy íbamos dudando de los de la A coronada.

viernes, 2 de junio de 2023

XXI de San Isidro. Magnífico epílogo de un San Isidro históricamente olvidable.


- "¡Morante, farsante!"
- "¡Morante es Dios!"
- "Shhhhhhhhhhhhhh..."
En dos frases y una onomatopeya está toda la sociología del españolito de hoy: un tipo manso, dócil, reservón y que, de vez en cuando, arrea.

La última corrida de a pie de esta Feria de San Isidro del año 2023 sirve como magnífico epílogo del serial. Tardes de anti-toros, de descaste, de mansedumbre, de no poder y no valer, de no picar, de figuras insolventes, poderosas, pero impotentes, de un "poder gris" escalafonado y de jóvenes burocratizados, de triunfos derrotados por el olvido, de no hay billetes de gintonics, de algún par bueno, de algún ornamento muleteril sin delito, de lluvia, mucha, también de insultos, de pases, muchos y de toreo, poco. Una Feria históricamente olvidable.

Hoy, cinco toros de El Torero bastos y ofensivos, y uno de José Vázquez, impresentable. En general, mansos, salvo el cuarto, y un sexto con complicaciones y transmisión.

El primer toro desacontece porque empieza a llover. Mientras unos se acoplan a su capa de agua, y otros acomodan su gintonic al paraguas, Uceda no se acopla con el noblote animal. A la vez, el primo de Morante trajina durante toda la faena tocándole el traje al matador por sus partes más vulnerables. Tan llamativo es el trajín, que las malas lenguas se avivan y dicen que si le está practicando una manualidad, que si al primo, se la arrimo, o que si más que a Gallito, Morante imita al "Gordito". Termina Uceda con el toro de media atravesada tras cinco pinchazos. Nos quedamos pensando que ese es el toro que debió escoger la mano del Lili.

Morante recibe olés al enganchón y a esa nada suya genializada. Es Madrid más sevillano que Sevilla. El toro es manso, flojo y se pica solo, con la vara en modo pértiga. Morante enseña su índice, anular, corazón y meñique al Presidente, diciendo que tiene prisa y que el burel ya lleva cuatro rehiletes para cambiar el tercio, pero se pone un par más de banderillas y se esconden los dedos con desazón cuando deja de llover. En los terrenos del 10 y el 1, el genio de la Puebla despacha al toro tras una serie por abajo, unos tests por arriba y un sartenazo.

Sale en tercer lugar un perrito manso de José Vázquez, una cosita de esas que reside como toro en el imaginario colectivo del PACMA. Reaparecen las banderillas violetas, afeminadas o podemitas. Será un arrebato de ese Castella pintor por salirse de la uniformidad cromática que dice Pastoreau en que vivimos. El francés rocía su muleta con agua de botijo y se viene al 7. Se arrodilla y lleva al torito tan flojo como pide, con un suavísimo y encantador muletazo con la zurda. Se pone de pie y da un festival de neo-toreo en el que no da ni uno. El toro bobísimo y el torero sosísimo, sería el resumen. No vi la de Luque, pero mata de gran estocada que, junto a la parsimonia pesetera de los mulilleros y la afable petición del público venusino, le proporcionan una oreja.

Ovacionado irrumpe el cuarto, que tiene dos guadañas por pitones y que se ubica como toro ideal en el imaginario del corredor de encierros. También son ovacionados dos pares a toro pasado del Niño de Aravaca, que se desmontera. Las palmas por inercia del aplauso a las 8 a los sanitarios. Uceda sigue la moda de este serial y se va al 5. Tendría que inventarse una nueva y más molesta forma de protestar si yo hubiera pagado un Potosí por una entrada en el 9 bajo, para que luego el afán orejil de los matadores los arrastre hasta el 5. ¿Son los toreros haciendo justicia por la subida de precios? Con la muleta en la derecha, Uceda da un cambio de mano a la zurda muy torero justo cuando dicen: "¡Sánchez, que te vote Txapote!", aunque hubiese sido más oportuno vociferarlo con un cambio de izquierda a derecha. La faena es de altibajos, con la mano demasiado suelta, la muleta muy por arriba, cierta descolocación y con algún buen natural. Ejecuta muy bien la suerte de matar, pero la espada cae. Otra oreja inadmisible y ya olvidada. Leo, más certero que el matador, sentencia: "Uceda, ceda usted el paso".

Extrañamente, el horripilante quinto es aplaudido por algunas almas seguramente de aire sevillano. Morante permite que Iturralde masacre al feo toro en el caballo, y ahí hubiera seguido por él, que ni se pispa del cambio de tercio. Arrecia la bronca cuando coge la muleta y toda la atención sube al tendido. En las actuaciones de Morante en Madrid y en las de Vinicius por los campos de La Liga está expuesto todo el carácter del españolito de hoy. Pincha tres veces y deja media atravesada. Seis toros de Morante en Madrid y cero rabos, cero orejas y casi cero recuerdos.

El último toro es bravucón en el caballo. Viotti pone un grandísimo par por la velocidad al que se le viene el toro. Castella brinda y, cómo no, se va al 5. Pronto se ve que el toro es engañoso y tiene su complicación. Se abre el toro tras cada pase y Castella ya no sabe. En vez de apostar y atacarle, permanece en su ataraxia descolocada. Se comprende ahí cuánto necesita el neo-toreo de Castella al neo-toro repetidor y bobo. Pero el toro le cornea. Él, sin mirarse, vuelve a la cara y el toro lo vuelve a levantar, para él volver de nuevo a lo mismo. Ahí está lo más torero y lo de más valor, porque el valor no merece aspavientos. Mata de un bajonazo.

Íbamos a la plaza sabiendo que en Beneficencia disfrutaremos del ganado de Daniel Ruiz y Juan Pedro Domecq, ganaderías predilectas de la afición venteña. Se ríen de nosotros.

Tercer encierro de San Fermín 2025. Un toro bastardo

El destino de estos toros que debutaban hoy, esto es, para lo que los ha criado Álvaro Núñez , para lo que la Casa de Misericord...