- "¡Morante, farsante!"
- "¡Morante es Dios!"
- "Shhhhhhhhhhhhhh..."
En dos frases y una onomatopeya está toda la sociología del españolito de hoy: un tipo manso, dócil, reservón y que, de vez en cuando, arrea.
La última corrida de a pie de esta Feria de San Isidro del año 2023 sirve como magnífico epílogo del serial. Tardes de anti-toros, de descaste, de mansedumbre, de no poder y no valer, de no picar, de figuras insolventes, poderosas, pero impotentes, de un "poder gris" escalafonado y de jóvenes burocratizados, de triunfos derrotados por el olvido, de no hay billetes de gintonics, de algún par bueno, de algún ornamento muleteril sin delito, de lluvia, mucha, también de insultos, de pases, muchos y de toreo, poco. Una Feria históricamente olvidable.
Hoy, cinco toros de El Torero bastos y ofensivos, y uno de José Vázquez, impresentable. En general, mansos, salvo el cuarto, y un sexto con complicaciones y transmisión.
El primer toro desacontece porque empieza a llover. Mientras unos se acoplan a su capa de agua, y otros acomodan su gintonic al paraguas, Uceda no se acopla con el noblote animal. A la vez, el primo de Morante trajina durante toda la faena tocándole el traje al matador por sus partes más vulnerables. Tan llamativo es el trajín, que las malas lenguas se avivan y dicen que si le está practicando una manualidad, que si al primo, se la arrimo, o que si más que a Gallito, Morante imita al "Gordito". Termina Uceda con el toro de media atravesada tras cinco pinchazos. Nos quedamos pensando que ese es el toro que debió escoger la mano del Lili.
Morante recibe olés al enganchón y a esa nada suya genializada. Es Madrid más sevillano que Sevilla. El toro es manso, flojo y se pica solo, con la vara en modo pértiga. Morante enseña su índice, anular, corazón y meñique al Presidente, diciendo que tiene prisa y que el burel ya lleva cuatro rehiletes para cambiar el tercio, pero se pone un par más de banderillas y se esconden los dedos con desazón cuando deja de llover. En los terrenos del 10 y el 1, el genio de la Puebla despacha al toro tras una serie por abajo, unos tests por arriba y un sartenazo.
Sale en tercer lugar un perrito manso de José Vázquez, una cosita de esas que reside como toro en el imaginario colectivo del PACMA. Reaparecen las banderillas violetas, afeminadas o podemitas. Será un arrebato de ese Castella pintor por salirse de la uniformidad cromática que dice Pastoreau en que vivimos. El francés rocía su muleta con agua de botijo y se viene al 7. Se arrodilla y lleva al torito tan flojo como pide, con un suavísimo y encantador muletazo con la zurda. Se pone de pie y da un festival de neo-toreo en el que no da ni uno. El toro bobísimo y el torero sosísimo, sería el resumen. No vi la de Luque, pero mata de gran estocada que, junto a la parsimonia pesetera de los mulilleros y la afable petición del público venusino, le proporcionan una oreja.
Ovacionado irrumpe el cuarto, que tiene dos guadañas por pitones y que se ubica como toro ideal en el imaginario del corredor de encierros. También son ovacionados dos pares a toro pasado del Niño de Aravaca, que se desmontera. Las palmas por inercia del aplauso a las 8 a los sanitarios. Uceda sigue la moda de este serial y se va al 5. Tendría que inventarse una nueva y más molesta forma de protestar si yo hubiera pagado un Potosí por una entrada en el 9 bajo, para que luego el afán orejil de los matadores los arrastre hasta el 5. ¿Son los toreros haciendo justicia por la subida de precios? Con la muleta en la derecha, Uceda da un cambio de mano a la zurda muy torero justo cuando dicen: "¡Sánchez, que te vote Txapote!", aunque hubiese sido más oportuno vociferarlo con un cambio de izquierda a derecha. La faena es de altibajos, con la mano demasiado suelta, la muleta muy por arriba, cierta descolocación y con algún buen natural. Ejecuta muy bien la suerte de matar, pero la espada cae. Otra oreja inadmisible y ya olvidada. Leo, más certero que el matador, sentencia: "Uceda, ceda usted el paso".
Extrañamente, el horripilante quinto es aplaudido por algunas almas seguramente de aire sevillano. Morante permite que Iturralde masacre al feo toro en el caballo, y ahí hubiera seguido por él, que ni se pispa del cambio de tercio. Arrecia la bronca cuando coge la muleta y toda la atención sube al tendido. En las actuaciones de Morante en Madrid y en las de Vinicius por los campos de La Liga está expuesto todo el carácter del españolito de hoy. Pincha tres veces y deja media atravesada. Seis toros de Morante en Madrid y cero rabos, cero orejas y casi cero recuerdos.
El último toro es bravucón en el caballo. Viotti pone un grandísimo par por la velocidad al que se le viene el toro. Castella brinda y, cómo no, se va al 5. Pronto se ve que el toro es engañoso y tiene su complicación. Se abre el toro tras cada pase y Castella ya no sabe. En vez de apostar y atacarle, permanece en su ataraxia descolocada. Se comprende ahí cuánto necesita el neo-toreo de Castella al neo-toro repetidor y bobo. Pero el toro le cornea. Él, sin mirarse, vuelve a la cara y el toro lo vuelve a levantar, para él volver de nuevo a lo mismo. Ahí está lo más torero y lo de más valor, porque el valor no merece aspavientos. Mata de un bajonazo.
Íbamos a la plaza sabiendo que en Beneficencia disfrutaremos del ganado de Daniel Ruiz y Juan Pedro Domecq, ganaderías predilectas de la afición venteña. Se ríen de nosotros.
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