Sospecho que si me conocieran la mitad de lo que les conozco yo a ustedes, que es menos de la mitad de lo que me gustaría, podrían tildarme de aficionado desvergonzado, aunque honrado, pues declaro dirigirles esta misiva tras haberme desgañitado en la plaza pidiendo su dimisión y haber ovacionado pancartas "tercermundistas" que lo solicitaban. He de confesarles que al escribirles siento como si el arte se arrojara desesperado a cartearse con la ciencia, el agua con el aceite, u Orfeo con una Eurídice ya perdida en el inframundo, pero, ante la situación en que se encuentra Las Ventas, no atisbo otra alternativa. Sepan también que esta epístola es en nombre propio, aunque seguramente, y así lo espero, otros aficionados de Madrid la suscribirían.
Con las cartas sobre la mesa, trataré de exponer brevemente cuál es la actual situación de Las Ventas, para que comprendan el objeto de este escrito.
Madrid está perdiendo su idiosincrasia. Ustedes lo saben, estoy convencido. A cuentagotas, a sorbos, y, a veces, en tromba (o trompa), se está disipando la identidad venteña y, como por metempsicosis, el edificio va reflejando esa pérdida en forma de desconchones, y de ladrillos o adoquines arrancados, dañados, o desaparecidos. Una sangradura agravada por la liberalización de precios, algo no plenamente achacable a ustedes, que ha derribado la monumentalidad gallista y popular de la plaza para erigir sobre ella una Fiesta selecta, liberalia y à la mode. Los aficionados convenimos en que la idiosincrasia de la plaza de Madrid se viene corrompiendo desde hace años, pero, con ustedes al frente de su gestión, asistimos a un proceso de degradación acelerado. Permítanme, con sencillos ejemplos, contarles cómo Madrid se va perdiendo cada vez que:
- sale un toro mutilado, con cuernos de merengue acicalados por un barbero,
- se aprueban toros que son toretes o toritos, animalejos para poner encima del televisor, como disneyficados,
- se contratan ganaderías por su éxito en la selección por la bobaliconería y no la casta,
- se concede la vuelta al ruedo a toros absolutamente bobos de carril,
- se repiten el mismo encaste y los mismos hierros, sin mérito ni razón,
- hay baile de corrales, con una coreografía opaca,
- un sobrero de Sevilla hace de titular en Madrid,
- no se devuelve un inválido,
- se chifla a un manso, por manso,
- no se pica,
- el tercio de varas es un mero trámite,
- la corrida pasa de tres tercios a los dos medios de capote y muleta,
- la mayor ovación es para Florito,
- el procastinar de los mulilleros concede orejas,
- el reloj de los avisos corre más para los tiesos que para las figuras,
- se consiente un callejón abarrotado y andanadas vacías,
- hay más vivaespañas que palmas de tango,
- se oyen más bieeenes y menos miauuus,
- se ovaciona la moda de culerinas, bernadinas y revolquinas,
- un portero permite el paso durante la lidia a un hombre-pegado-a-un-gintonic,
- suena Nathy Peluso antes de que caiga el último toro,
- se facilita el botellón dentro de la plaza,
- se impulsa la conversión de Las Ventas en la Kapital del toreo,
- las colas más largas se forman para entrar a la discoteca y esperar al ascensor,
- se fomenta una desnortada ebriedad y se castiga la sobria exigencia,
- se deslegitima la queja legítima,
- se protesta porque se protesta,
- se obliga a practicar el silencio sevillano,
- todo gira en torno al gintonic y no al toro,
- el ansia de propiciar triunfos se impone sobre el rigor,
- el palco premia la mentira y la simulación,
- o, en general, se celebra lo simulado y se desprecia la emoción de lo verdadero.
Cada vez que pasa todo eso y que va pesando más lo divertido (el triunfo por el triunfo) que lo emocionante (lo de verdad), Madrid se va perdiendo.
Por ello, me gustaría ofrecerles, y de ahí que les escriba, tres sencillas propuestas, esto es, el número de Puertas Grandes de Julián más una, para devolver su identidad a Las Ventas:
1. La vuelta del toro de Madrid. El toro de Madrid es un toro íntegro, de pitones inmaculados, purísimamente demoníacos, que no se miden en centímetros, sino en megaNewtons [MN]; un toro rematado por todas partes, hasta por donde no haya toro, con todo el trapío que quepa en su volumen, aunque desborde su presencia el ruedo y llegue en forma de pavor y asombro a los tendidos; un toro aterrador y admirado como el minotauro del grabado de Picasso, un señor toro, qué cojones, con perdón, el señor Toro, Rey de la Fiesta. Esto es, el animal, y casi lo único, que hoy en día nos permite distinguir nítidamente lo que está bien de lo que está mal, lo que tiene valor de lo que no, lo que se recuerda de lo que se olvida, es decir, aquello que da sentido a eso que viene llamándose Tauromaquia: el Toro de Lidia. Y no el toro de Arte, de Carne, de Fálaris, de Fuego, de Guisando, de Peluche, de Rodeo, o de Wall Street. No, el Toro de Lidia. Ahora bien, quiero ser comprensivo con las dificultades que se apuntan desde los púlpitos oficiales de lo taurino, y dando por cierto el mantra de que "no hay toros en el campo", animo a que sus recientemente nombrados veedores recurran en su búsqueda del toro de Madrid a una mayor variedad de encastes y ganaderías, lo que conllevará una más amplia variedad de comportamientos y, por tanto, redundará en un espectáculo más rico en lo ganadero y en su audiencia. "Sin toro, no hay nada", reza el lema de la afición, que debería ser también el de ustedes.
2. El desmantelamiento de Las Ventas como discoteca de temporada. A partir de su declaración como espacio "únicamente taurino", es vergonzosamente triste que ustedes se dediquen con impudicia a transformar La Ventas en la Kapital del toreo y ofrecer un edificio Bien de Interés Cultural, de los pocos y mejores ejemplos del neomudéjar madrileño y situado en el Madrid 360 de Almeidón, para hacer felizmente botellón y alcoholizarse, para que el becario de Deloitte aginebrao pueda contarlo ahogando su resaca en el café mañanero en su espacio de networking, para que las bachilleres de clase acomodada puedan tener su primera experiencia sexualcohomáquica en los aireados baños del 7 alto, o para que la Fundación presuma a plaza llena de lo underground-punky-nacional de los toros. Y resulta todavía más increíblemente abyecto que traten de hacernos creer que, así, promoviendo y facilitando un consumo libre de alcohol, es la mejor manera aficionarse (a los toros). Es de auténticos irresponsables. Explíquenme cómo una joven universitaria que está metabolizando seis o siete cubatas puede enterarse de lo que acontece en el ruedo mientras su amiga la sujeta el pelo que se enreda en su vómito. O cómo van a evitar que un cosmopaleto que ha ido a ver a Roca y se halla en estado semicomatoso arroje algún día una botella de Barceló al ruedo o sobre la masa indiferenciada del tendido. Están logrando la sustitución del aficionado por el borracho, porque por cada borracho, se pierde un aficionado (el que lo sufre al lado), y se gana otro borracho (el que ocupará ese asiento al día siguiente). Honestamente, siento vergüenza al pedirles esto, pero, por favor, devuelvan el negocio del alcohol al toro. Las Ventas es el templo del toreo, no el templo de la locura.
3. Presidencias con independencia y rigor. Una cosa es tener presidentes eutímicos, de buen ánimo, y otra es que se animen por todo menos por la exigencia y el rigor. El presidente de Las Ventas ostenta una suerte de "doctrina de la excepción", siendo la última defensa que le queda a la plaza cuando todo lo demás se ha pronunciado, inclinado o derrumbado. Es genuinamente soberano y decide sobre lo excepcional. Más arriba hay numerosos ejemplos de la deriva del palco venteño hacia el triunfo efímero, el toro irreconocible, el tercio de varas irrelevante o el incumplimiento del Reglamento. Decisiones que están convirtiendo la excepción en norma y, por tanto, igualando por abajo todo lo que acontece. Esta deriva parece provenir de una falta de independencia y rigor, pero esto no es una certeza, sino sólo una intuición. La certidumbre la obtendríamos si ustedes pudieran responder a preguntas como: ¿por qué cuando hay figuras el toro baja? ¿Por qué se aprueban toros impresentables para Madrid? ¿Por qué se ignora el afeitado? ¿Por qué las actas de los reconocimientos veterinarios no son públicas? ¿Por qué se priva al espectador de la suerte de varas, episodio fundamental de la lidia? ¿Por qué no se devuelven los inválidos? ¿Por qué no se sanciona a los subalternos que hacen girar al toro para que caiga antes? ¿Por qué se consiente que los benhures mulilleros vaguen con parsimonia para ganar tiempo y propiciar la concesión de un apéndice? ¿Por qué se premian con la Puerta Grande actuaciones de ciertos toreros con "mando" cuando antes no pasarían de unos saludos en el tercio? Todo atufa a conchabo, negocios chirles y oligarquía taurina. Madrid necesita palcos y presidentes que sean independientes y tengan rigor. Es la manera de que la excepción no sea lo normal y pueda suceder lo verdaderamente excepcional.
Espero sinceramente que tengan a bien considerar estas propuestas. Creo que son razonables, están en su mano y que, en ningún caso, atentarían contra su legítimo interés en la obtención de beneficio empresarial. Comprendo que cuatro "frikis", "integristas", "lenguaraces', "faltones", y "tercermundistas" aficionados no alcanzamos a satisfacer su apetito económico, y, en cambio, sí lo hacen miles de cayetanitos, empingorotados seguidores de figuras y coleccionistas de acontecimientos. Empero, sin esa afición camparía a sus anchas el afán del público de embolingarse a base de triunfos sin rigor, y quizá es lo que ustedes buscan, pero, déjenme advertirles: cuando no hay exigencia, cuando todo se iguala hasta lo indistinguible, cuando todo es rotundamente relativo, todo tiene igual valor, todo vale nada, todo muere, también, la historia, lo que fue, y el futuro, lo que podrá ser. La igualdad (igual-da) es a la tauromaquia lo que el olvido a la memoria, y lo que el paso del tiempo al presente. Los toros en Madrid son de muchos y distintos, y no de unos pocos e iguales.
Por último, quiero pedirles una cosa que, pese a ir al final, no es menor. Por favor, no dejen a la Plaza de Toros Monumental de Las Ventas de Madrid sin una corrida en el aniversario de la muerte de su promotor, Joselito El Gallo. Si no hay toros en Madrid un 16 de mayo, no debiera haberlos nunca. No vuelvan a cometer esa deshonra.
Un cordial saludo,
Leopolderías