domingo, 25 de agosto de 2024

VIII de las Corridas Generales 2024. Lo que llenaría la plaza: un Toro fiero, (como el de Dolores), y un torero honrado, (como Damián Castaño)

Que no nos cuenten milongas, ni nos vendan la moto para, con nuestro dinero, que representa nuestro esfuerzo en tiempo, en kilómetros recorridos y en controversias familiares lidiadas, siempre, con fracaso, comprarse ellos, los tragaldabas y flabelíferos de un régimen taurino abyecto, su poltrona en cada feria, su columnata de cursiladas en un diario que sólo leen los búmeres, o su cazuela en la gastroteca de tal o cual matador con entremeses y postre de arrogancias sufleadas en primera persona. No, que no nos engañen vociferando que sólo a la llamada de Rey, como si del espíritu de Hamlet se tratara, acuden las gentes a la plaza, como el príncipe vengativo, y que, por la acumulación del dinero obtenido a partir de tickets, gastos de gestión, cubalibres, almendras y variados productos de Grefusa, ese torero merece que se ponga en pausa todo rigor, por mínimo que sea, y que se le entreguen los despojos a cambio de un par de culerinas. No lo consintamos, no, porque la realidad es que Bilbao, y cualquier plaza, se llenaría con lo de hoy: un Toro, Argelón de Dolores Aguirre, con su fiereza y todas sus complicaciones, y un torero, Damián Castaño, con su honradez y todos sus defectos. Se llenaría si todo ese régimen taurino de figuras de ganaderos, matadores, empresarios y escribientes no sólo mirase por el Poderoso Caballero (qué buen apodo habría sido para Julián) de Quevedo, y tuviera la justa vergüenza para contar que aquello es lo que heredaron y que lo están, como excepcionales bastardos, destruyendo en lugar de conservarlo y fomentarlo. Pero, claro, cómo pedir eso a les enfants terribles de la tauromaquia cuando en España impera un consenso oligárquico que hace lo mismo, repartirse el pastel sin considerar pasados ni futuros. El fruto del consenso taurino es una Vista Alegre que ha coloreado sus asientos para ocultar su inocultable falta de audiencia, y el fruto del consenso político es hacer de las txosnas del Arenal una ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París 2024 al pil pil durante nueve días sin la contaminación del Sena, pero con un inefable olor a pis y a todo tipo de -ismos, desde el independentismo hasta el feminismo ecologista.

Por suerte, hoy, domingo 25 de agosto y último y noveno día de la Semana Grande bilbaína, han salido al ruedo siete toros de Dolores Aguirre y han puesto, un poco, todo en su sitio (uno, naíf, siempre ha pensado que con un Miura, un Dolores, un Victorino o uno de Reta, soltado en el lugar y momento precisos, como en esas txosnas del Arenal a las, por ejemplo, 3 de la madrugada, se solucionarían, embestida a embestida, muchos de nuestros males). Una señora corrida de toros, auténticamente "impropia por exceso de trapío", virtuosamente herrada, de pitones sin mácula de barbería, de hechuras reconocibles y anti-modernas, con su variedad de comportamientos y de mansedumbres, dura de boca cerrada en el arrastre, perseguidora de banderilleros, de poco lucimiento en el caballo, pero mal picada, mal lidiada, en general, ovacionada casi toda de salida y tras ser matada, y que ha resultado entretenidísima. Podríamos, a tenor de lo de hoy, sentenciar que se sabe que la tarde ha sido buena no cuando se han "parado relojes", sino cuando el tiempo ha volado para quedarse, una milésima parte, en el recuerdo. Como hoy.

Robleño y su cuadrilla sufrieron de lo lindo para lidiar al primero, un toro altísimo de 640 kilos que manseó desde el inicio aunque empujó bien, tardeando, en sus dos encuentros con el picador, saliendo suelto de ahí y de cada lance. El matador lo fijó en un inteligente inicio por bajo, alargando la embestida. Con la derecha, desajustado, aprovechó la querencia en una tanda y media, hasta que se rajó el toro. Quizá hubiera sido más combativo el toro en los medios, una duda de esas que no surgen con los de Daniel Ruiz. Le arrancó Robleño una meritoria serie con la diestra por los adentros y luego algún natural suelto. El toro se aposentó en toriles y ahí mismo lo mató de estocada atravesada y golpe de puntilla.

Del segundo, para Castaño, de 596 kilos, alto también y atigrado, no olvidaremos sus bufidos al vérselas con el capote. En esa voz del toro expulsada contra la arena hay más tauromaquia que en todas las voces de la crítica taurina actual escritas contra el bit. También quedará para el recuerdo su emocionante embestida humillada, que forzó a salirse al matador llegando sólo hasta el tercio y con serios apuros. Se fue luego hacia el caballo que guardaba la puerta y persiguió con tal celo al tercero de la cuadrilla que pudo tomar el olivo y librarse de la cogida gracias a que soltó el capote con el vuelo suficiente como para que el Dolores lo siguiera. Quiso el matador dejarlo en largo para un primer trastazo con Tito Sandoval, que finalmente lo cogió en corto, el toro empujando con todo. Se pensó mucho el animal si ir a recibir un segundo puyazo, y tuvo que jugársela Antonio Chacón con una brega de gran emoción para dejarlo colocado frente al picador. De nuevo, tardeó y, otra vez, empujó con los riñones. Se cambió el tercio y quedó crudo. Garrido quitó y se confirmó el carácter territorial del toro. Lidió bien Chacón y Rubén Sánchez dejó un buen par. El Dolores, muy en Dolores, se dolía, iba y venía. Con la muleta diremos que la encastada embestida del toro desbordó a Castaño, que no supo ni lidiarlo, ni entenderlo, ni poderlo. Se le fue. Hizo guardia su estocada. El toro se echó y se levantó como un resorte a por el puntillero, que acertó en su segunda aproximación. Se fue ovacionado, el toro.

Los 622 kilos remataban al tercer toro por todas partes, con menos cara. Al llevarlo frente al caballo, Garrido tropezó, cayó de espaldas, el burel enseguida vio fácil la cogida y se fue hacia él, que aguantó en el suelo, arropado en su capote, para desarroparse, lanzarlo en el último momento y hacerse el quite. Tras la escabechina del picador con sus cariocas, su barrenar y sus inagotables dos puyazos traseros, fue un milagro que el toro se moviera tanto y embistiera con tanta franqueza como lo hizo. Hasta obligó a los banderilleros a tomar el olivo. Dejó un buen par Juan Luis Moreno. Remató el toro en el burladero mientras el brindis de Garrido y rompieron las palmas. Inicio a trallazos, por arriba y por bajo, al que sobrevivió el toro, y desarrollo de la faena en la que el toro, noble, con codicia y abriéndose, toreó a Garrido, incrédulo, seguramente, de enfrentarse a un Dolores así. Pinchó muchas veces y trató de descabellar otras tantas, hasta que acertó y el toro se fue, como el anterior, ovacionado.

El cuarto pesaba 601 kilos que se hundían en su cuerpo hasta hacerlo tan hondo como un Everest del revés. Se fue el toro hacia el caballo cuando aún no había llegado a su sitio, giró a su alrededor y el picador, con la puya, le cortó en la paletilla. Luego se fue al de la puerta, al que empujó con mucha fijeza y fuerza hacia fuera. Recibió, a continuación, dos puyazos más del de la contraquerencia en los que se entregó, pero salió rápidamente suelto. Las banderilleras duraron un suspiro y los rehileteros se guardaron en darle mucha distancia al toro hasta llegado su momento. Robleño empezó acertadamente con la muleta por bajo, a un toro que, con tres puyazos a cuestas, todavía lo miraba por encima de la hombrera. Fueron dos tandas con la derecha en las que, por vez primera en la tarde, cobró su sentido etimológico la tauromaquia. La lucha de un hombre por parar, mandar y templar sobre la embestida incierta, de cara alta y suelta, de un animal. Cambió a la izquierda, acortó la distancia y, tras una primera tanda de reconocimiento, extrajo dos valiosísimos naturales. Faena de mucho mérito. Cerró con otra serie notable por el derecho y fracasó con la espada. Se echó el toro y fue apuntillado tras cinco pinchazos.

El quinto se lesionó y fue devuelto. Salió entonces la bestia de Argelón, de 633 kilos distribuidos para infundir temor y que dio varias vueltas al ruedo para que quedara claro. Castaño lo recibió mejor, por bajo, pero el toro fue ganándole el sitio hasta arrebatárselo en el remate, por lo que tuvo que desprenderse de la capa y tomar el olivo. Salió el toro suelto de sus dos encuentros con el varilarguero, siendo picado, primero, en el hombro y, segundo, en su sitio, más o menos. Chacón puso cero banderillas en su primer pase y Pérez empató. Se cambió el tercio mientras se recogían tres palitroques de la arena. Argelón ya no sólo daba miedo por su estampa, sino también por su fiero carácter. Castaño se puso con la izquierda casi sin probaturas y el toro se le vino al cuerpo dos veces. Casi toda la parte alta del escalafón se hubiera ido ahí a por el estoque, pero él siguió y aguantó otra colada más en un pase de pecho. Continuó el torero y tragó por todos sus compañeros de profesión, estetas y pararrelojes, en una serie con la diestra en la que empezó a mandar sobre la fiereza del toro. Entonces, sucedió. La muleta en la misma mano, el pecho hacia el toro, con toda la fragilidad de su falta de recursos y su todavía más toda honestidad, citó, la suerte cargada, lo enganchó y mandó. Se giró, y le volvió a ofrecer la muleta y todo él a Argelón, que la tomó, obligado a humillar. Se curvaba el toro, esa montaña reducida a una horizontal, por la muleta que sostenía y dirigía su figura vertical y relajada. Vendría otro derechazo igual. Aguantando en el sitio, echándole el engaño de manera que sólo podía suceder que lo tomara o lo cogiera a él. La acometividad y violencia del toro hicieron que en el cuarto lance la verticalidad se sacrificara por la largura, y el muletazo, templadísimo, duró por toda la feria. El de pecho y un vibrante molinete, rubricaron la serie. En pie, aplaudiendo, nos descubríamos los antebrazos erizados. Estábamos desfondados de emoción por una sola serie, por seis muletazos. Lo habíamos sufrido, vivido tanto que no queríamos repetirlo, que Castaño lo repitiera. Por eso, el Toreo es irrepetible. Por puro egoísmo y por pura solidaridad con el torero. Era la faena más emocionante en varios años, pero la pinchó. Luego dejó una estocada delantera, perpendicular y atravesadilla.

El sexto no pude verlo por evitar una controversia familiar, pero nadie me podría ya quitar el irme de la plaza con una sonrisa y oyendo, desde la calle de Bilbao, la ovación a Castaño. Después de lo que ha hecho este tío con ese toro, se harán más insoportables los soliloquios de las figuras con los cornúpetas afeitados y deslenguados de cada tarde. Qué tauromaquia nos están arrebatando, ésa con la que se emociona desde Amón hasta Leo, pasando por un hombre-pegado-a-un-gintonic.

domingo, 18 de agosto de 2024

Sánchez Vara frente a seis de Reta en Tafalla. Retorno al pasado

En esos días del año en que todavía se viste de fiesta y nostalgia esta España estupefacta, Sánchez Vara, el hombre que cazó a Cazarrata, se ha vestido de luces y de leyenda. Todo español, autóctono o forastero, de celebración y él lidiando con sus exequias. Solos, él y el Toro, en la hazaña que habría de ocupar en el telediario ese espacio que hoy llena el mapa meteorológico de una España sulfurosa y que ha consistido en matar, en tres días, los que van del 15 al 17 de agosto, dos de Palha en Calamocha (Teruel), dos de Saltillo en Cenicientos (Madrid), y cinco de Reta y uno de Hermanas Azcona en Tafalla (Pamplona). Tres plazas que se unen ya en la memoria del aficionado como la ruta del héroe. El rock estadounidense tiene su Ruta 66 y los toros su Ruta SV, en la que se peregrina para presenciar eso poco que les queda de rock (casta) and roll (fiereza). El taurinismo respondió a todo ello con un silencio ensordecedor. Sólo Antonio Lorca llamó a lo de Tafalla como se merece: "la gesta de la temporada". Qué gesta y qué jeta la del régimen, tan pervertido como para omitir historias de verdad.

Así, estábamos ayer a plaza llena en Tafalla, donde lo que sucedió no se prestó a cursiladas y donde no se escacharraron relojes. No, se agarraron sus manillas y, con la fuerza de un semidiós, de dos mil almas y de una inagotable ilusión, se giró y giró en sentido antihorario hasta retroceder a esa añorada época en la que el toro no era inválido, el diestro no era artista, el aficionado no era un turista y la crítica era crítica. Ayer no se pararon los relojes porque ayer, felizmente, estábamos fuera del tiempo, en otro tiempo. Retornábamos al pasado, que era volver al miedo. Ese canguelo por el que nos alegrábamos de no estar en el ruedo y que nos llevaba a sentarnos junto a uno de los estrechos vomitorios, porque recordamos que en 2010 saltó un toro al tendido de esta plaza y queríamos una huida a mano por si a uno de Reta se le ocurría hacerlo.

Salió el matador con sus cuadrillas y la plaza aplaudió llena de afición local, madrileña, bilbaína, valenciana, aragonesa o francesa. Pululaba alrededor y dentro de la plaza casi todo el Aficionado Hall of Fame. Las palmas se repitieron para sacar a saludar al héroe. Si matar seis toros en un tarde es una proeza, que sean de Reta lo convierte en el mayor examen al que hoy se puede enfrentar el Hombre, en esta sociedad mantenida a base de reválidas. Ulises tuvo su Odisea, Hércules sus doce pruebas y la mitología taurómaca tiene, ya por siempre, la encerrona de Sánchez Vara con los de Reta. Un esfuerzo sobrehumano que le servirá para seguir siendo un tieso, uno de los nuestros. Y ahí la épica sin igual de este torero, destinado al fracaso en su vía crucis de lidiar el toro de otra época.

Uno a uno, salieron los de Reta y fue cayendo sobre Sánchez Vara todo el peso del tiempo retrocedido, que se sumaba al de las dos tardes anteriores. Netflix hizo Dark sin conocer Reta, con lo sencillo que hubiera sido. Alicaído desde el inicio, su machada se quedó en el valor de enfrentarse a esos toros y en salir honrosamente vivo de la lucha. Muy a nuestro pesar, no dejó apenas nada, ni un vibrante macheteo, para desvelarnos de felicidad en la madrugada o emocionarnos con su recuerdo cuando nos peinen las canas en una residencia, si nos queda pelo y memoria. Abrevió siempre, la espada fue un calvario y las cuadrillas se hubieran subido a nuestro sitio del tendido.

Lo fueron hundiendo unos toros colorados y castaños, duros como el carbono BC8, orientados como agujas magnéticas, mansos como la gloria y no como los lisarnasios, y muy mal lidiados. Toros, como el primero, que petrificó con su mirada a Sánchez Vara al pararse tras el primer lance. Luego lo desarmó repetidamente. Toros, como el segundo, que se le vino encima al subalterno y obligó a lidiar al matador, y a abreviar. La solución para la plaga de avisos en Madrid pasa por Reta. Toros, como el tercero, que se dejó más, se tragó una serie con la derecha y, tras una notable tanda por el izquierdo, llenó de dudas a Sánchez Vara, que no arrojó la moneda al aire y la tarde cayó. Toros, como el cuarto, que arrebató la capa a matador y subalternos, a uno de los que casi utilizó como escudo con el que acometer contra el caballo. Toros, como el quinto, que era ver salir de toriles el miedo y que se asomó por encima del burladero para comprobar que por allí no estaban Roberto Gómez ni Abellán, y sí Carmelo López. Y toros, no como el sexto bis, que es el que posibilita la tauromaquia estúpida imperante y al que abuchareamos también por aquí: buuuuuuu.

En una tarde auténtica y entretenida de toros en Tafalla, Sánchez Vara agrandó su leyenda, aun con una malograda actuación. Ay, si siguiera vivo Berlanga.

miércoles, 14 de agosto de 2024

Dos novillos y el periodismo

Salieron el domingo en Madrid dos novillos cornalones de Paloma Sánchez-Rico y, ya matados, salió en tromba el oficialismo taurino a denunciarlos con un oxímoron: "impropios por exceso de trapío", y de ahí, a rematarlos y sepultarlos, a ellos, sus hermanos y a la ganadería, bajo letras como: "una descabellada novillada propicia una tarde dantesca sin opciones para la terna".

Como en Tres Sombreros de Copa, de Mihura, obra en la que irrumpía en la habitación de Dionisio un cúmulo de dispares personajes cuyo nombre anticipaba sus formas, su estilo, su actuar ("Odioso Señor", "Cazador Astuto" o "Guapo Muchacho"), han aparecido alrededor de los cadáveres de los novillos de Terrones un batiburrillo de figuras del taurinismo, que entran, destripan las vísceras aún frescas, y salen para asegurarse su pan y sus friegas. El zangolotino "Periodista Malvenida" explotó la polémica con su crónica. Venido de una estirpe de toreros sin par y visto incapaz de defenderse ante la verdad de la afición, quizá pidiéndolo o no, el "Cronista Volcánico" acudió en su rescate, arremetiendo contra los que pagaron su parcela de tendido a 40 grados Celsius con ilusión mientras él estaría degustándose al aire acondicionado de sus cursiladas. Al cronista se le unieron, ¡oh, sorpresa!, el "Consagrado Fotógrafo", también procedente de alto abolengo en su oficio y el "Liberalio Oportunista", los dos ahondando en las acometidas contra los aficionados. Luego vendrían más y más figurantes que sueñan con llegar algún día a ser secundarios (si supieran de John Cazale...). Todos perfectamente orquestados en su ir y venir sobre los difuntos animales, contra los críticos, lamiéndose y relamiéndose las pupas que pudieran hacerse al desgarrar la carne, y, sobre todo, protegiéndose. A sí mismos y a otra cosa; a eso que Antonio Lorca ha llamado "secuestrador de toreros". Se vituperaba el trapío de los novillos en Madrid y se eludía cualquier mención a los toretes desmochados de Huesca y a tantos otros animales a los que se despoja y se ha despojado de su integridad. El foco está dirigido, la lupa, sin lente y la palabra, raptada. Interesa que se hable del "excesivo trapío" de los utreros en Las Ventas (si el toro baja, cómo no va hacerlo el novillo), y no del afeitado o de la indecorosa presentación de los bureles que salen a los ruedos de media España. Para los amihurados personajes de lo taurino esto último no existe, igual que para el periodismo patrio, en general, la conversación entre Trump y Musk tuvo lugar, Reino Unido no está al borde un un conflicto civil y la democracia del 78 está para casarse con ella.

Así, los dos novillos, Tesuguito y Chirrino, que tuvieron la desgracia de estar presentados con toda la integridad de su encaste, minoritario, se van haciendo inolvidables por ser las víctimas de un ataque desmedido e injustificado que está sirviendo para confirmar que existe el denominado como "régimen" o "sistema" taurino, y para sacar a relucir sus maneras gangsteriles, con gacetilleros y retratistas, veteranos y noveles, como sus más leales esbirros. Son éstos últimos la comparsa más necesaria para la subsistencia de la tauromaquia estúpida del descaste y el fraude. Constatamos, pues, que el periodismo, con especial mención para el taurino, es hoy el más vil de los oficios, y que se escribe al dictado de lo que asegure los goces y vigile la suerte del escribiente, algo que merece definirse con otro oxímoron: los informadores desinformativos.

domingo, 11 de agosto de 2024

Cómo ser Morante de la Puebla

Orson Welles iba a los toros y ahora va Juan del Val. De uno a otro, la decadencia de Occidente y de España, que pasa de ser berlanguiana a broncana. Aunque más que decaer, nuestra civilización cae, hacia delante, teledirigida por patócratas que hacen de sus psicopatías razón de Estado. Allá donde se acumule poder hay anomalías psíquicas, ya sea en el gobierno, los medios, el capital, el fútbol o los toros, cuya oligarquía está tan trastorná que quiere hacer del toro un dildo para estimular las fantasías de nuestros artistas taurómacos, entre los que sobresale Morante de la Puebla, como idolatrada víctima y ofuscado victimario del ocaso español.

Morante mató su primer toro, de Juan Pedro Domecq, días antes de que ETA matara a Miguel Ángel Blanco. El último, de Borja Domecq, lo ha matado en El Puerto días después de lo último de la saga/fuga de Puigdemont, que para las cotorras liberalias ha sido la penúltima muerte del Estado de Derecho. Sus 27 años de alternativa son testigo de que el 78 ha engendrado, al menos, dos tiranías: la partitocrática y la juampedrera. El físico de Morante también ha transicionado de aquel del grácil mozo andaluz, espejo de españoles, contra-Kichi y anti-woke, al del Gordito Carmona, hasta reaparecer hace poco en el tendido de Cuatro Caminos marcando bajo su guayabera un bíceps partecamisas. En Bilbao lo llamaron gordo, paró la lidia y la gordofobia se hizo, junto a otras suertes como el susto y el revolcón, mérito para el triunfo. Sus patillas, como el Guadiana, el pelo enmarañado como el agracejo, negro, u ordenado en briznas enceradas. En fin, un torero que lo parece, que lleva búcaro y fuma puros. Su toreo es el de una gracia pura de expresión tan personal -la verónica rematadita hacia arriba, el mentón al pecho, vencida la vertical figura, las cejas arqueadas, que no puede haber mayor expresión de la angustia existencial que el cruzarse esa curva del rostro con la del toro al pasar, el hoyito en el moflete en el que cae la sonrisa y el olé, y toreando, en fin, con todo el cuerpo-, como impropia, esto es, de otros. Morante ha introducido lo autorreferencial, de lo que mama el arte desde las vanguardias, en el eje mismo de su lidia: "lleva el traje grana y oro, orlado de flores que llevaba Gallito el 16 de mayo de 1920 en Talavera"; "ha resucitado el galleo del bu que inventó Paco Frascuelo". Hace una imitación tan personalísima de suertes olvidadas, se viste de conmemoración, obliga a los Zabalas a preguntar a la Wikipedia y, con eso, entretiene. Además, su arte no necesita siempre de lo mortecino y puede eyectarse sin el toro-dildo, aunque casi siempre acude a lo de juampedro. Ahí quedarán para siempre su recibo de capa a un Victorino en Sevilla y su tarde contra los seis jaboneros de la marquesa de Seoane. Y eso hoy, cuando el (h)arte vive de lenguas y poses, es lo que le separa abismalmente de Ortegas y Aguados, que quedan como unos zangolotinos a su lado. No hay hoy artista como él. Morante es el verano en El Puerto, la resurrección en abril y la eterna espera en Madrid. Para muchos, es el y-si-fuera-hoy. Fue en Sevilla, el rabo, aunque torero de Sevilla es El Juli, y no Morante, cómo no, cuando los sevillanos consienten una torre más alta que la Giralda.

Sobre todo, por encima de todo lo anterior, Morante es el cuento que cuentan los morantistas, una subespecie bien arraigada y nutrida del taurino de chinos de color pastel que hace del de La Puebla el centro de su afición, el sujeto de sus plegarias y el contenedor emocional sobre el que descargarse. El morantista es aquel que opta por creer que la esperanza de la tauromaquia está en Morante y no en el toro, aunque reoriente su fe cuando no actúa su matador. Una creencia que engendra feligreses insoportables, enteraos desbrujulaos y mucho humo, mucho gin y muchos "bieeeeeenggggg". Que si es el mejor de la historia, que si rompe relojes, escacharra corazones o que si se inclina la Torre del Oro, que si el Guadalquivir se desbordó el día del rabo, que si cambia el clima o se frena el cambio climático, que sí qué media, qué bronca más torera, qué bien que abrevie, ¡para qué aburrirnos, si no hay toro!, que si funda una nueva escuela sevillana, que si cortará un rabo en Madrid, que si Curro y que si Paula. La tragedia de Morante son los morantistas, que hacen de él un torero de culto, un personaje que lo devora y al que él contribuye, con marketing. De ello se puede extraer la ley del de la Puebla, o Ley Morante, por la que los morantistas liberan más fuerzas de ensoñación y anhelo de las que jamás pueden ser integradas por el arte de José Antonio, lo que genera en el matador más insatisfacciones de las que se pueden resolver por abreacciones masivo culturales o apaciguarse por terapias individuales.

Y todo eso piensa uno de Morante, pero, ¿qué piensa el matador? ¿Y si nos imagináramos dentro de su cabeza, con permiso y respeto? ¿Cómo ser Morante de La Puebla? Quizá se vea como el Hamlet español: "El tiempo está fuera de quicio. ¡Maldito sarcasmo que justo yo haya nacido para recomponerlo!". Se supone que habrá en su materia gris muchas ocurrencias en manos de duendes. Dejaríamos al pensador que decida si habría faenas soñadas y olvidadas. Estará Dios. Quizá se confunda al Betis con el Lete. En barrera estará Trevijano, quizá. Abascal, quizá también. En un rincón una retroexcavadora y cálculos sobre pendientes de sílice para enterrar huidas. Se espera que entren y salgan muchos toreros, fantasmas de luces. Un Monte Olimpo de matadores y un Averno que espera. Quizá una sala hecha de humo y café con Curro y Paula, y el Gitanillo de Triana, con un vestidor para el alma. Una cava de puros que, en vez de fumarse, se esfumen, quizá, porque el tiempo ahí dentro se mide en tabacos. Habrá una habitación vacía para llenarse de miedo. Habrá otra habitación, como la de Mastroianni en Ocho y Medio, pero en vez repleta de sus amores y amoríos actuales y pasados, a reventar de morantistas que se han hecho selfies con él. Serían los morantistas sus neuronas. O quizá haya un letrero luminoso, que es como se comunican los cambios en los pensamientos, con anhelos y alabanzas que llegan desde su aparato auditivo. "Por favor, que sea hoy / Una media y seré feliz / ¡Olé, qué arte! / Ojalá se ponga a pelar pipas encima de esos que dicen que la corrida es pecado / Si se presentara a presidente, mejor nos iría, le doy mi voto y el de mis nietos / Seguro que posee el don de la glosolalia, ¡mira, mira cómo se entiende con el toro!". Los relojes que tal vez hubiera se recompondrían, aunque no cesaran de llegar, en tinta de periódico y en bits, todos escacharrados. Habrá sueños, pero más desvelos. El botijo quizá se derramará y el agua no se convertirá en vino, sino en sangre. Un toro de Osborne en la región occipital y Gallito en el hipotálamo, podrán verse. El indulto seguramente no se concebiría y la queratina del rabo de Ligerito estaría incinerada y en una urna junto al año 2009. La Historia irá y vendrá, por impulsos eléctricos o a verónicas imaginadas, o quizá no haya Historia, sino historias o una historia, la suya. Se verá calvo, como el Divino, pero, ¡cómo va a ser él calvo!

Yo sólo espero, por el bien de Morante, estar en Las Ventas y que el silenció no interrumpa el run-run cuando salga con el capote. Un Morante sin morantistas, y que Occidente se acabe. Hoy no hay ninguno como él, pero dejémosle de Historias.

Tercer encierro de San Fermín 2025. Un toro bastardo

El destino de estos toros que debutaban hoy, esto es, para lo que los ha criado Álvaro Núñez , para lo que la Casa de Misericord...