(Paréntesis: Esto de las "In Memoriam", latinajo que satisface la gusa de haute culture del liberalio que puebla de gintonics la sombra, no es sino otra treta marketinera de Domb y Garrido para colgarse el No Hay Billetes, posicionarse en cabeza de carrera para el Premio Autonómico Ayuser de Tauromaquia y, sobre todo, para que se hable del sujeto objeto de la "In Memoriam" y no de los sujetos, bípedos y cuadrúpedos, que han actuado hoy. Y vaya si lo consiguen).
¿Se puede tener nostalgia, esto es, dolor originado por el recuerdo de una dicha perdida, pese a no haber experimentado esa dicha? ¿Si yo, desgraciadamente nacido tarde para haber visto a Antoñete (¡neotenia cultural!, qué cultura me abriga, ¿la del pase del pegolete?) siento nostalgia del Eminentisimus et Reverendíssimus, qué sentirá aquél que lo haya visto? ¿Cómo soportar esa tristeza, esa melancolía del humo enredado en un mechón blanco que sube de los dedos de la mano de Madrid? ¿Cuánta pena más tendrá cada uno de ellos visto lo de esta tarde, y leído lo de mañana sin un Vidal ni un Chenel? ¿Cómo no retorcerse con estos matadores de hoy, incapaces de lidiar a unos Jandillitas mansos, de blandiblú y pastueños (salvo el encastadito sexto) que le hubieran valido al Pontifex Maximum para acallar la ira de la afición y salir a hombros? ¿Qué dolor por la muleta incliná, por el sinsentido de la lidia, por el avasallamiento al toro de salida, durante y al final, por la descolocación, el perfileo y el pajareo, por la dilatación del trasteo hasta el desquicie del que paga, y, en fin, por hacer nada de lo que hacía el papa de la liturgia de la tauromaquia? ¿Cómo aficionarse a esta mentira en la que lo único que podría quedar de Antoñete es si un matador se tiñera en el Cortacabeza un mechón blanco? Mejor alucinar dándose al gintonic (al final será que Plaza 1 mira por el bienestar de los que pagamos facilitando la ingesta de alcohol y haciendo del público un coro báquico semi-inconsciente entre el que cunde el silencio sevillano).
El único alivio a la nostalgia de hoy ha venido cuando Ureña ha tenido la vergüenza y la dignidad de elevar su montera al cielo y brindar al homenajeado. Luego se entregó sin mando ni orden (hubo un atisbo de cite en la media distancia), y herido ante el encastadito sexto, al que mató arrojándose recto y maltrecho y del que recibió el apéndice del gin. Los otros dos matadores ni siquiera tuvieron el detalle de acordarse de aquél por el que se daba la corrida. No deben volver a Madrid. Han hecho de la In Memoriam, la In Oblivione. Manzanares, que lució sus toreros andares, para gusto de los ojos pintados, persiguiendo por el 4, 5, 6, 7, 8, 9 y 10 a su huidizo primero, al que dio algún derechazo estimable, y que vio hasta tres toros en su cuarto, y Talavante, al que se le fueron con las orejas otros dos autómatas del embestir, tan desnortado como un camaleón rodeado de banderas multicolor del Orgullo Gay, sin saber qué color imitar para camuflarse, si el tono jovial del que se va a portagayola, el matiz à la mode de las verónicas de pegolete y los derechazos ligados en noria pererial, o las tintas clásicas del que se pone, desafortunado, sin probaturas con la siniestra. Manuel Cid dejó dos buenos puyazos al quinto.
Decíamos que todo matador que se precie debería leer a Cazajús, y añadimos hoy que también habría de ver, aunque sea en vídeo, a Chenel, pero cunde la sensación de que estos matadores de hoy, si es que en algún momento piensan en toros y no en seguidores y visualizaciones, se deben poner vídeos de sí mismos faenando de campo en chándal o, peor aún, del Poderoso con subtítulos zabaliescos.
Nada como lo de hoy para saber y dolerse de que, "en la liturgia de la tauromaquia, Antoñete es el papa".
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