Si los toros siguieran siendo un espectáculo de masas, hoy los medios habrían recogido en la plaza evidencia notable del cambio climático, o de la primavera. En algo más de dos horas, lluvia fina, lluvia gruesa, solecito y sol abrasador. A ver los Buckminster Fuller del periodismo taurino qué cubierta se inventan. Todo eso soportó la afición venteña. Eso, y el fraude de unos animales indignos con cuernos de merengue, junto a actuaciones soporíferas de los matadores.
Corrida mixta impresentable. Lo resume el nombre del primero, Espantoso, que salió, vio la lluvia y se volvió. Dos bueyes de Núñez del Cuvillo, uno de Cortés sin cara y tres de Victoriano del Río bastos y también sin cara. En su mayoría mansos, con el quinto, además, encastado. Lo bueno de D. Victoriano parece ser para la Casa de la Misericordia, que paga más.
No hubo orejas, tampoco caballos derribados. El director de lidia tomó el olivo, elevando sus 18 años de alternativa por encima de las tablas.
Cuando Perera, llueve. Llora el cielo en cada pase, y hay muchos, ni uno bueno. Sólo la piedad del presidente evita el tercer aviso. Pone fin a su noria, perdón, feria.
Talavante en proceso de mutación o camuflaje. Tiene otras dos tardes.
Marín necesita al toro bobo y repetidor. Hoy no lo tuvo. Sorprende la bula que tiene en Las Ventas. No tiene más tardes.
Todo lo soportado mereció la pena por ver la brega de Javier Ambel y los dos toreros pares de Curro Javier con un piso impracticable.
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