viernes, 19 de mayo de 2023

IX de San Isidro. Muchas gentes de gintonic en mano habrán vibrado con el perfecto neo-toreo de Castella, y con Eutimio en el palco degradando aún más el nivel de Madrid.

Hoy volvíamos a la plaza sabiendo que era otra tarde de no hay billetes, pero sin saber con certeza quién estaba en el cartel. Era Manzanares, pero ¿con Talavante o con Castella? ¿Volvía hoy Luque? No, era otro de Sevilla. A mí me suena que hoy venía el peruano... Cábalas de la afición ante la idea salida de la cocorota de Simón de armar tantos carteles casi calcados para esta Feria que, eso sí, llenan la plaza de personas con gintonics. Por supuesto, de cuáles eran los toros ni nos preocupamos, habiendo superado ya la cima de los de Escolar.

El caso es que han sido cinco de Jandilla y uno de Vegahermosa (el sexto), todos puro Juan Pedro Domecq, para Castella, el reaparecido, Manzanares, el hijo, y Aguado, el que hace honor a su apellido. Un plantel que ha resultado en una tarde icónica de neo-tauromaquia, en la que todo el interés se ha reducido al último tercio y en la que se ha visto y se ha premiado a un perfecto neo-toreo, el de Castella al encastado cuarto. Hoy, muchas buenas gentes con vaso de plástico en mano habrán vibrado con ese neo-toreo basado en dos premisas, hoy, bien avenidas: un toro cursi/bobo de alta movilidad sostenible, y un torero que le aplica, con quietud y ligazón, las reglas del des-: des-carga, des-colocación y des-honestidad. Para que esto aconteciera, los jandillas han colaborado afablemente con su invalidez, su enanez, su nobleza y, sobre todo, con su blandura, tan blanda, que era como si estuvieran sometidos a la gravedad de Júpiter, de unos 25 m/s², visto su apego por la arena de Las Ventas. ¿Qué tienen que ver estos toros con los jandillas que siembran el pánico sobre el adoquín de Estafeta?

Del primero, sin picar y con tendencia a aterrizar, cabe reseñar dos sobrios pares de Chacón con rehiletes de color morado claro, que alguno ha visto en ellos un homenaje a Podemos y, otro, los ha tildado de afeminados. La faena de Castella, que lleva botijo, se resume en que termina con su traje blanco y plata igual de inmaculado que empezó, y que vuelve tan pesado como se fue. Mata de un feo bajonazo por el que, honradamente, pide perdón.

"¡Guapo! ¡Guapo!", le dicen a Manzanares, que lleva botella de plástico, mientras airea una vela para recibir al toro. Primer y segundo tercios pasan entre protestas por la flojeza del animal. Se ponen banderillas azules y blancas de Alicante, pero que Leo, acérrimo del Atleti, destaca como más bien propias del Manchester City. Diremos que lo que condensa la faena de Manzanares es que tampoco se mancha el traje. El flojo torete va sacando su castita más y más ante la falta de mando, de temple y la celeridad del matador, actuando como de teletrabajo, por la distancia que lo separa de él. Mata de un bajonazo con travesía y se nos anuncia que por Toledo está cayendo la mundial.

El tercer toro es aún más blando que los anteriores y remata a la llamada de un carpintero desde las tablas. Durante la faena de Aguado, que va con botella de plástico, nos percatamos de que el bóvido, efectivamente, podría haber pasado para los veterinarios como toro de lidia porque muge. No hay nada de interés. ¿Cómo puede ser este torero el mismo de aquella fantasía del 19? Ese día nos jodió la vida, sabedores de que difícilmente veríamos algo semejante, y ahora más, intuyendo que es casi imposible que lo repita. Faena de pesadez con el toro cayéndose entre gritos de "¡Ladrones, ladrones!". Mata de media estocada caída y atravesada.

Las condiciones óptimas para el neo-toreo del cuarto, Rociero, se ven en la gran lidia de Chacón, que lo cierra torerísimamente corriendo a una mano desde los medios hasta el 9. Castella brinda, se viene bajo el 7 e inicia muy en Castella con una serie de pases del celeste imperio, en una baldosa, sin enmendarse, pasándoselo muy cerca y con un precioso trincherazo de remate. Prosigue bajo el 6 con una serie de derechazos templados y un larguísimo pase de pecho. Se suceden varias tandas similares en las que el denominador común es el neo-toreo del descargue, la descolocación, la quietud y la ligazón frente a un animal que va y viene y viene y va sin una sola mala idea. Pasa a la izquierda y una racha de viento y la casta del burel embarullan la labor del francés y hacen que se tenga que alejar, entre aplausos, para volver a lo mismo con la derecha. Con un cambio de mano inicia una serie de naturales hondos, largos y ajustados, lo mejor de la faena. El izquierdo era el pitón del toro, que no vimos. Retorna a la derecha (parece un libro de Federico) intercalando cambios de manos y naturales de frente hasta que se acomoda en las cercanías. Se atraca de toro y mata de estocada contraria. Lo que no supo y quiso hacer Rufo, lo ha hecho Castella. Eutimio, el del buen ánimo, el que no debería seguir en ese palco, concede las dos orejas y degrada un punto más el nivel de la primera plaza del mundo, aunque nos contentamos con que no haya sacado el pañuelo azul.

Aparece el quinto y reaparece el velamen de Manzanares aireándose en forma de verónicas de lejanías, pero entre el calor del público. Durante la lidia, el toro aprieta hacia dentro y busca el cobijo de las tablas. Pese a ello, Manzanares se lo lleva a los terrenos del 3 y cerrado, por lo que el toro se apaga enseguida. Inicia alguna serie de "las vocales", con un primer cite a la voz de "¡Ah!", el segundo de "¡Eh!", y los siguientes de I, O y U, cantados por el respetable hasta que arranca el toro. Mata de estocada caída.

El último toro se arroja a la arena como una cucaracha bocarriba tras encontrarse por primera vez con el capote de Aguado, como cuando Ronaldo, Roberto Carlos y Robinho se echaron así al césped de Mendizorroza para celebrar un gol. El toro derriba al caballo, con Castella sacando al cornúpeta de ese Guernica en un buen papel de director de lidia. Juan Sierra pone un buen primer par. Todo es soso y aburrido y el matador da un mitin con la espada. Aguado está aguachinado.

Al final, no llovió.

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