Con el sol de nuevo a la espalda, entramos y comienza la tarde. Sobre el ruedo se mantendrán indelebles hasta el final los hierros de las dos ganaderías, Peñajara y Prieto de la Cal, y no así la cal de otras rayas que serán varias veces delineadas. El picador parece que ha de moverse en una portería tumbada que Rosco definirá en cierto momento como el "córner". Un hombre con cartel anuncia al toro, por un lado, y al picador y a su caballo, por el otro. Nunca tuvo tanto sentido que ese hombre girara sobre sí. En el callejón no hay Amones, Calamaros, ni Abellanes pues no hay media para captar toda su afición. Sale el primero y ahí está "Javi", o el hombre que cazó a Cazarrata. Doblan las campanas de la iglesia cuando entra a matar y pensamos en Hemingway. ¿Por quién doblan las campanas? Por el arte español contemporáneo, ciego a esta belleza. El reloj avanza y gira y gira alrededor del tercio de varas, que dura más que el último tercio. Vara, Castaño y Sánchez honran al nombre de los organizadores, 3 Puyazos, y lucen a sus toros ante los varilargueros, que se lucen más o menos. El segundo, de Peñajara, pone a volar las tablas de un burladero, que vuelven a su sitio gracias a un toro mecánico (el neo-toro, si fuera eléctrico). El albahío tercero es devuelto en medio de una bronca fuera de sitio. Algunos confunden la "Feria del Aficionado" con la del "Enterado" y protestan como si sus posaderas ocuparan su asiento en Las Ventas. El tercero bis muere por un estoconazo de Imanol Sánchez. Al salir el encastado y colorado cuarto, bien picado por Navarrete y arrastrado en vuelta al ruedo, uno de los enteraos rompe su entrada y abandona la plaza. Castaño se daña la mano izquierda al inicio de su muleteo con el quinto y se fuerza a una faena con la derecha en la que enseña su temple, gusto y buen entendimiento con el animal. Con la luna subiendo por la derecha y el sol cayendo a nuestra izquierda, irrumpen el castaño sexto y el picador francés, Gabin Réhabi. Entonces nos levanta del asiento lo que nunca habíamos visto, lo que se nos birla muchas tardes, la verdadera suerte de varas: un hombre toreando a caballo con una pica en la mano y agarrando un puyazo en todo lo alto a un toro citado y venido desde una gran distancia. Sólo eso vale la entrada que despedazó aquel. Luego vienen otros tres puyazos más, con la vara cayendo más y más trasera. Al terminar el honrado Sánchez con otra buena estocada y llevarse al toro las mulillas sin trallazos, salen a saludar el picador y luego su caballo, mientras se lo agradecemos a 3 Puyazos.
Eran casi las diez y media de la noche cuando bajamos la cuesta hacia el diésel, que saldría con menos combustible, pero cargado con aficionados satisfechos que se acordaban de aquel que rompió su entrada, se fue en el cuarto y no vio a Réhabi.
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