Ahora que sólo la mentira es verdad, que el pelo de verdad puede ser falso y que en verdad, ninguno queremos ser calvos, lo que de verdad queremos son héroes. Dicen que los toreros son héroes. Falso. Los toreros son cada vez menos toreros y más deportistas. Pero hay hoy un torero que de verdad, podría ser un héroe.
En su pergeño, Ureña es algo estevado, el rostro oprimido hacia el centro, como extremeñado, monocular y cosido a cornadas, de finura frágil sin afectación y los miembros elásticos.
Cuando Ureña estuvo con Agitador, no estuve, pero fue para que hubiera estado enfrente una de las figuritas de mazapán. Luego, en el Otoño del 15, lloró tras Torear de verdad a Murciano que, en el arrastre y con las orejas puestas, dejó en la arena un surco con forma de sonrisa. La misma que Ureña había dejado en la afición y que no borraron ni los areneros. Al mayo siguiente, la lluvia y su labor frente a Ojibello hicieron emerger la sonrisa otra vez, y quedamos empapados y rendidos al murciano. Ya le habíamos visto Torear y llorar dos veces.
Un año después, una tromba de casta, Pastelero, el último Vitorino, secó el llorar de Ureña. Y así estuvo el torero un tiempo en el límite del bien y del mal frente a toretes más bobos y lisarnasios como Cuba. Hasta que avino la penúltima del último San Isidro normal, cuando dejando al Rey de convidado enRocado, y ya con un solo ojo y una paliza en el cuerpo, Toreó a Empanado y lo mató. Por fin, no pudo hacer otra cosa que triunfar con Gruñidor en la tierra de Blas de Lezo en agosto del 19.
La historia de Ureña no es ni de valor, ni de habilidad, ni de gracia. Ayala ilustraba cada una de estas cualidades con los toreros de entonces: Belmonte es el que goza fama de más valiente; Joselito es, sin disputa, el torero más habilidoso; el Gallo, fue el favorito de numeroso público, que en él veía la quintaesencia de la gracia gitana. Pues bien, Ureña no es el más valiente, aun sin estar desamparado de valor, ni mucho menos es el más diestro, y digamos que es sobrio en el trance de la gracia. Entonces, ¿dónde queda Ureña, su historia? Queda en la búsqueda de la verdad. Y uno, que desearía haber nacido antes sólo para ver a Chenel triunfando en esa búsqueda, cree que es sólo así como puede hacerse alguien héroe de Madrid.
Porque lo propio de Ureña es justo aquello que es impropio: la verdad, que no se puede poseer aunque sepamos que existe. Es un héroe buscando la verdad en los tiempos en que, según Del Sol, la verdad ya está encontrada y se ha convertido en una ideología que "designa las verdades iluminadas, que todos a partir de entonces deben aceptar como tales".
La verdad de que la verdad es el progreso. La verdad de ahora se vive mejor que nunca. La verdad del cambio climático y del clima masculino culpable. La verdad de que hay pluralismo en la socialdemocracia. La verdad de la bondad del Estado y lo perverso de la nación. La verdad de que la Constitución que nosdimosentretodos es la mejor de nuestra historia. La verdad de que España es una democracia. La verdad de que estamos mejor dentro de la Unión Europea. La verdad de que cualquiera puede colocarse sin padrino o partido socialdemócrata que lo coloque. O la verdad de que no se puede uno quedar colocado si quiere ligar y la mentira de la emoción del cruzarse y cargar la suerte.
Ureña, en cambio, se pregunta. Como los clásicos, busca la verdad a través de un debate sin fin sobre colocaciones, cruces y geometría. Es el torero que más infatigablemente se cuestiona y el que más evidente lo hace. "Unos saben lo que hacen y otros hacen lo que saben", sentenció Lagartijo. Ureña no sabe engañar y eso es lo que hace, no mentir. Es el torero transparente, ahora que se transparenta hasta la muerte haciéndose finos dígitos. Exhibe todas sus cualidades y vergüenzas frente al toro, en pos de la verdad. Es, en resolución, un héroe romántico, pues porta la moral del Fausto de Goethe para el que, según Santayana, el valor de la vida radica en la persecución y no en el logro del fin perseguido.
Sobre la búsqueda de la verdad, Dombrovsky dramatizaba así el encuentro entre Pilato, relativista, y Jesús:
- Pero, ¿qué es la verdad?
- Es la que viene del cielo.
Ureña no cuestiona a la verdad, como Pilato, sino que la busca. Pero, ¿qué verdad busca Ureña? La del mechón blanco, la bravura arrinconada y el campeador sin espada. Esto es, la del toreo profundo que, según Brines, sólo se consigue si el temple se hace cargando la suerte. Y que Ureña ha conseguido en ocasiones. Pero Ureña lidia en una época en que se afirma la verdad como progreso, es decir, el destoreo o neotoreo en lo de los tauricidas, y por eso es despreciado por el régimen.
Ahora que James Bond se empodera yendo de paquete en una moto, Ureña aparece como nuestro Tom Doniphon, un héroe abofeteado por la verdad que él mismo nos hace ver que es falsa. Somos una mentira y Ureña está por la verdad. Tan verdad, como que Francisco es Paco, y Paco es Ureña.