"No he podido sacar el abono en mi sitio. ¿Tú vas? Le daré el pésame a mi amigo José Luis, que se ha muerto la de la radio, con la que no se hablaba". Decía Leo, quince días antes de cumplirse dos años para bajar de nuevo por una calle Alcalá almohadillada, que acomoda así su caída sobre Las Ventas y su explanada erizada por gritos de agua-frí-a. Otra vez van manos felices con bolsas en vaivén y las puertas abiertas tragando colas, pero esta vez sin manos con programa de mano y mascarillas sobre bocas en las colas. Pasa Luismi, el chatarrero, con una morena sabatina y una rubia dominical, llenas de aire colonial pero con menos cotilleos aéreos desde las terrazas. A su vez, Aibabur comparece por allí como el reloj de la plaza, que nunca se va aunque ahora viene acompañado. Suerte que a los sombreros no les obligan a llevar mascarilla. Las obligaciones quedan para el hombre que va a los toros, que se ve encerrado entre los números de la puerta y del tiempo: "Puerta: 2 y 7 - Acceso: de 17:00 a 17:30". Es un confinamiento existencial que convive con dos hondas ligerezas. Una, sanitaria: todo es "sin contacto", no vaya a ser que se propague el virus de la integridad que "hace desagradable ver toros en Madrid". Y otra, materialista: ese virus parece no tener efecto sobre los empleadombianos, que gozan de inmunidad para cobrar Mahous, Caciques y postureos. ¡Han preparado a Las Ventas no contra la COVID, sino contra el virus de la afición! La que, por cierto, se mide ahora en abonos en propiedad, según Vitori-neo. ¿Se puede medir la afición en abonos? No sabemos cuántos tendrá Domb, que ve Madrid desde Sevilla, pero él, más que propietario, es productor. Tras el bombo, Domb se inventa el Pack. Las corridas ahora van en packs y el aficionado K. malentiende la idea dombiana, y adquiere inocentemente tan solo el Pack 1, pese a su voluntad de abonado de querer verlo todo desde su asiento y no desde Sevilla. Pero a K. le contenta otra producción: el aforo reducido a la mitad se traduce en libertad-para-beber ayusiana. La restricción es la liberación del alcohol y del pis. Así, si uno quiere mear en lo que Diosleguarde pasea una orejita, antes se tenía que correr como Chapu Apaolaza en la Cuesta de Santo Domingo aun con el riesgo de que la puerta del 7 alto te arrollase, y ahora hay tiempo de mear, sacudírsela, coger una Mahou viendo la bragueta cerrada y escuchar con placer a Leo decirte "¡a su sitio!". Pero la restricción de público es mucho más. También es la desaparición del chino en el otoño del COVID. O la contención en los vivaespañas y en los coleccionistas de acontecimientos. O reconocer al tuitendido. Y es que la limitación ha ampliado el 7, que vuelve a ocupar casi todo su tendido de modo tal, que la afición realmente se apaga donde va muriendo el 7 junto al 6. ¿Sueñan los toros con excavadoras sostenibles? ¿Sueña el ganadero con plazas vacías? ¿Sueñan los aficionados con Toros? ¿Sueña el 7?
Ah, que hablábamos de toros. En esa cuestión, tres tardes: una aplazada por el lluvioso cielo venteño, una novillada FYI (For Your Information: another Fuente Ymbro) y una descastada neo-vitorinada.
Poco más. Y qué más da, si Leo sigue igual.