Sánchez Vara fue, es y será el hombre que cazó a Cazarrata. Nueve pases, por llamarlos de algún modo, pudo dar antes de coger la tizona. Lo mató a la primera y dijo que estaba "toreao". Están el viejo de Hemingway y el pez espada, Ishmael y Moby Dick, y Sánchez Vara y Cazarrata.
Coño, con perdón, ¡que sobrevivió a ese toro y lo mató! Y no lo hizo en las letras de un libro. Lo hizo en una tarde, en el mundo, mientras ocurrían mundanidades como que Luismi el Chatarrero apretaba con fuerza el muslo de su ligue del día. El mundo a sus historias y él haciendo historia.
Lo siento, matador, pero está usted destinado a fracasar con el toro bobo y hacerse eterno con la alimaña del pasado.
Y por eso es imprescindible para la afición. Sólo usted es capaz de devolvernos al pasado, de hacer de lo añorado una realidad. Unos escacharran relojes y otros viajan en el tiempo. Unos triunfan con profilácticos y otros subsisten a pelo con la verdad. Qué injusta es la gloria.
Es usted nuestra mayor leyenda viva. Los americanos tienen la imagen de un vaquero que fuma y va en jeans, y nosotros, entre nosotros, de carne y hueso, aquí, como un hombre más, como al humano más humano, le tenemos a usted.
Si Albert Serra se da cuenta, sabrá que hacerse con la estatuilla dorada de Hollywood pasa por su historia. Imagínese lo que podría ser esa gala, ¡usted y Trump en el escenario! Y Trump diciéndole en español: “amigo, con españoles como tú este país sería vuestro”. Nada de “Golfo de América”, ¡el ”Mar de la Alcarria" habría que llamarlo!
Si Thomas Hobbes, en época de guerras, dijo que su madre dio a luz a gemelos: a él y al miedo, fue porque usted todavía no había nacido. Qué cojones.
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