viernes, 31 de mayo de 2024

XIX de San Isidro. El toro que no quieren las figuras (y mejor que así sea)


Doña Mercedes Picón Agero, marquesa de Seoane, definió certera e ingeniosamente a las figuras de hoy como de "mazapán y pitiminí". Con menos lucidez, pero con la misma puntería, podríamos añadir que esos toreros de hoy son también figuras del descaste. Mandan poco en el ruedo, pues hay poco sobre lo que mandar, pero mucho en los despachos y en el campo. Su poderosidad (término juliano) reside en la eliminación, supresión o aniquilación de cualquier atisbo de casta, en romper con la filiación centurial (tras la Eucaristía, uno quiere pensar que el rito más repetido de la historia, al menos en España, sea el de la Corrida) de eso que le hace al toro ser un toro de lidia, para desnaturalizarlo y degradarlo a un simple producto para el triunfo. Hablaba el genial Jean Juan Palette Cazajús sobre el surgimiento del «aura» en Salmonetes, para lo que es necesario la presencia en la plaza del espectador, aquel Toro de riesgo o emoción y la experiencia de lo irrepetible. Con el bóvido bobo manufacturado por las figuras es imposible ese surgimiento del «aura», pero, a cambio, surge el «resplandor» de la experiencia masivamente individual de tele-disfrutar (no emocionarse) del obrar del torero en la pantalla de un smartphone. En el aperturismo, fue el destape, y hoy, en el federalismo, el descaste del toro (y del españolito).

A los toros de Santiago Domecq, que aún conservan su casta, no los quieren las figuras, y casi mejor que así continúe. La de Bilbao en 2022 la estoquearon Ferrera, Garrido y Valadez; la de Madrid en 2023, Saldívar, Adrián y Lorenzo; y la de Sevilla de este abril, Garrido, de Miranda, y Valadez. Las tres fueron declaradas como mejor corrida de cada uno de los seriales y no hubo ninguna figura en ellas. Hoy, extrañamente se colaba Talavante entre medias de Uceda Leal y Borja Jiménez en el cartel, y se la colaba su apoderado, Simón Casas, ya que se le iba a ir otro toro para hacer rugir a Madrid. Todo fuere que hoy actuaba una figura, que ha habido baile de camiones, ahora que el Gobierno tiene su estrategia de Mercancías 30 para incrementar la cuota modal del transporte ferroviario de mercancías, reducir la contaminación y a cambio de que Bruselas nos obligue a poner peajes, para que, finalmente, esa ciencia veterinaria venteña, tan opaca como infusa, decidiera que habríamos de ver cinco de Santiago Domecq, muy justos de presentación, blandos 1° y 2°, encastadísimo 3°, enclasadísimo (que dirían los revistosos) 5°, e interesantísimo 6 °, y uno de Algarra, 4°, con cuajo, manso y soso. Una tarde de no hay billetes, pero sí andanadas con calvas, marcada por un faenar en los terrenos del 4, 5 y 6, entendemos que buscando el menor viento o el mayor aplauso.

El segundo toro (el primero no he podido ni verlo en el televisor del bar del 7, apagado, espero, por nuestra crítica a los toros tele-comunicados), para Talavante, siguió la tónica cuestabajo de la Feria y que se resume en la siguiente secuencia de términos: impresentable - pegolete - cirugía - inválido - chicuelinas - despegado - "el siguieeeeente" - abrevia - atravesada y caída. Sin avisos, eso sí.

Con el tercer toro, Experto, cambiaría la tarde. De veletos pitones y escurrío de caja, recibió justas protestas de salida. Borja Jiménez, que había saludado una ovación por su actuación en Otoño, lo recibió entre el 6 y el 7. Trató de estirarse, pero el toro, por falta de fuerza o exceso de casta, se lo impidió. Acudió pronto al caballo y empujó con la puya clavada atrás en su lomo. El matador lo dejó bien colocado para un segundo encuentro, al que se lanzó igual de presto y con el mismo empuje, pero con un solo pitón. Al salir, mostró cierta falta de fuerzas, pero con los rehiletes empezó a subir la casta y a atenuarse la blandura. Borja Jiménez se fue al 4, y allí, o mejor en los medios, Experto esperaba un César Rincón. El matador empezó con unos doblones por bajo, con una sola rodilla en tierra, en los que llevó la embestida hasta el final y muy de cerca, clavó también su otra rodilla y la casta del toro lo levantó. Ya de pie, con la derecha, aguantó firme en los primeros pases el torrente de casta, pero en el último y el de pecho, sufrió. La segunda serie de derechazos sería la mejor, de suerte cargada, pudiendo y templando la vibrante embestida y rematando con un molinete y un cambio de mano que fue lo mejor que habíamos visto en más de una semana. Había emoción. Se echó la muleta a la izquierda, la suerte de nuevo cargada, pero al hilo del pitón y Experto fue ganando la lucha. Por ahí no se sentía súbdito, sino rey. Borja Jiménez se descompuso en cierta medida y recurrió a un circular, tan vulgar, como poco efectista. Su labor no subió ya. Pinchó arriba y luego metió la espada hasta la bola, aunque caída. El toro seguía con la boca cerrada y, separándose de las tablas, se tragó la muerte. Se iba Experto entre una rotunda ovación y se iba nuestra cabeza a pensar que el toro había ganado, pero que con otro contrincante habría ganado aún más rotundamente.

Los primeros tercios del cuarto, de Algarra, fueron olvidables salvo por su exhibición de mansedumbre punteando el peto y huyendo hacia la puerta, y por la reclinación que hizo sobre sus cuartos traseros el caballo de Pepe Aguado que casi arrojó al hombre de espaldas sobre el toro. Ya con la muleta y en el 4, Uceda Leal firmó un inicio en el que cada trincherazo y cada natural eran un cartel de toros, no sólo por la composición, sino porque los daba tan despacio que parecían grabarse en una imagen. A partir de ahí, la sosería y los frenazos del animalejo, que pasaba por un toro de cuerda, pesaron más que la elegancia con la que el matador lo trataba, lo que no fue óbice para que emergieran dos templados y hondos derechazos al final. Se tiró Uceda recto dos veces, pinchó arriba en la primera y en la segunda dejó un espadazo algo caído. 

El quinto era un buey sin cara de 600 kilogramos, por lo que también fue protestado. Talavante trató de dar unas verónicas, lo que sirvió para comprender dos cosas: una, lo suyo son las del pegolete, y dos, que el toro, Tejonero, embestía como un tejón. Derribó al picador en su primer encuentro y lo obligó a parapetarse en el peto del penco. Como el gin, el Yin y el Yan o el animalismo mandan, las buenas gentes aplaudieron el levantar el caballo por los monos. Qué material tendría Lynch viendo a unos monos levantar un caballo acorazado en mitad de un anillo repleto de gente, unos borrachos y otros no. En el segundo encuentro, sin caídas, el toro recibió otro puyazo trasero y empujó bien. Hizo otro quite Borja Jiménez de nuevo por chicuelinas de mucho ajuste por el izquierdo. Ambel saludó una benévola ovación por sus pares que clavó pasado y saliendo airoso. Talavante empezó y desarrolló entonces su feria de baratijas, de accesorios, de vulgaridad frente a un contrincante que embestía humillado como la ametralladora ligera M249, que realiza 1.150 disparos por minuto. Estatuarios, cambiados por detrás, doblones, pases de pecho quebrantahuesos y todo de perfil, descargado y hacia fuera. No es que se le fuera el toro, es que se le iba Madrid. Entró a matar y se encontró con Tejonero, al que dejó una estocada desprendida. Los subalternos se empecinaron en darle vueltas y cerrar al toro, y éste, que seguía con la boca cerrada, quería alejarse de las tablas. Sonó un aviso, y al segundo descabello, cayó el toro, arrastrado en gran ovación.

Ni mencionaremos aquí la diferencia entre Experto y Tejonero para no dejar a Talavante en todavía peor lugar.

El último, Emperador, asomó su carita de ángel en el burladero del 7. Se fue súbitamente hacia Alberto Sandoval, que lo cogió arriba y aguantó la pelea mientras el toro elevaba el penco por sus manos. Mejor el picador que el toro. Borja Jiménez lo colocó algo más lejos para un segundo choque hacia el que el toro arrancó con fijeza. El picador tiró la vara con torería que cayó otra vez arriba, y el toro peleó mejor. Tras esta emoción, y con el toro fijo en el caballo para una tercera vara, Eutimio, accediendo a la solicitud del matador, cambió el tercio. Sandoval se fue entre ovaciones y protestas. Podemos distinguir a la afición de Madrid del público esporádico como aquella que pide una tercera vara que nunca es concedida. El toro empezó a exhibir cierta casta, persiguiendo hasta el final al primero de la cuadrilla y obligándolo a guarecerse en el burladero. Fue excepcionalmente lidiado por Barbero, que dejó a Emperador colocado para cada par de banderilleros con un solo capotazo, sobresaliente el último. Tardó mucho el matador en empezar su faena y el toro cambió. Se volvió más brusco y rebrincado, soltaba la cara y se quedaba corto. Ante esa embestida descompuesta y emocionante, Borja Jiménez estuvo muy firme con su mano derecha, tragando y queriendo mandar y templar. En los de pecho, por el izquierdo, se le colaba y se revolvía. Pese a ello, cogió la izquierda y quiso arañar algún buen natural. Su porfía duró apenas una serie y pensamos en que pensó que todavía tenía otras dos tardes. Cerró con una tanda mandona por el derecho y de gran compromiso. Se tiró recto a matar y dejó una estocada desprendida y atravesadilla.

Salíamos del tendido pensando en estos toros que no quieren las figuras, en la suerte de Talavante y en nuestra suerte de que a Borja Jiménez no se le atisba maleabilidad, cuando Karol G disipó todo pensamiento posible y nos dimos de bruces con la discoteca del 7. Por las escaleras hacia la Puerta Grande volvió el pensamiento y nos preguntamos si las figuras frecuentarán la descasteca.

miércoles, 29 de mayo de 2024

XVII de San Isidro. Juan Pedro Sánchez


Pedro Sánchez es el político que mejor ha entendido que en el Estado de partidos todo es mentira menos lo malo. Igual que Juan Pedro Domecq es el ganadero que mejor ha comprendido que en la tauromaquia actual la mentira y lo malo, todo, pueden pasar por la verdad. Pedro y Juan Pedro, Sánchez y Domecq, ambos fijan el relato político y taurómaco. El primero, desde hace unos 5 años y, el segundo, desde hace varios lustros. La tiranía del toro juampedro es ley, y determina la huida hacia delante de la Fiesta, éticamente muerta y estéticamente floreciente. Su toro es la base de la tauromaquia estúpida actual. Un bóvido bobo, lo más parecido a un niño al que, jugando a hacer de toro, se le dice cómo tiene que embestir hasta lograr que sea la bestia la que tenga miedo al torero. No se torea al animal, sino que se le acompaña, y la maestría se mide por la habilidad del matador de arremolinar en tinta y en bits la mayor cantidad de halagos. Una tauromaquia ruidosamente sostenible que propicia triunfos derrotados por el olvido, y en la que se incentiva que el torero acabe siendo, paradójica y vergonzosamente, vencido por el toro. En definitiva, una tiranía la juampedrera que hace que la españolada prefiera ser Ombú antes que Cazarrata -Nunca medraron los bueyes en los páramos de España-.

Juan Pedro Sánchez ha echado hoy en Madrid una señora bueyada, de 611 kilogramos de media, hechos de grasa y descaste, pero con esa movilidad sostenible y esa nobleza que los hace ser alabados por la crítica y deseados por los profesionales. Esto es, un toro de lidia de mentira que, gracias a la influencia sobre todos los elementos del régimen: profesionales, público y prensa, pasa por ser el paradigma del toro de lidia. Unas características que ha mostrado de forma ejemplar el lidiado en quinto lugar, Rebeco, con 672 kilogramos de grasa juampedrera y que, por si alguien tiene prisa, se le ha ido a Talavante

También por si algún revistoso habla de Rebeco como la quintaesencia de la bravura, diremos claramente que no ha sido bravo ante la puya. Se dejó dar en un primer castigo trasero, empujando con un pitón, igual que en el segundo, sin emplearse, aunque arrancando con alegría. Ambel lo lidió pinturero, sin atosigarlo, dejándolo irse lejos y confiando en su vuelta, que se producía, intuyéndose esa anhelada repetición boba. Talavante empezó por estatutarios y enseguida cambió a la izquierda. El toro rompió entonces en arma de repetición y el matador en blanco inmóvil. Dos series de puro neo-toreo, de acompañar y no Torear, con el único mérito de quedarse quieto y poner la tela cuando venía la embestida tan codiciosa y humillada como noble. ¿Veríamos lo mismo si en lugar del torero hubiera un autómata con la suficiente inteligencia artificial como para simplemente poner el trapo en el momento oportuno y acompañarlo? Cambió a la derecha y no cambió el neo-toreo. Volvió a la zurda y, de entre los muchos pases, sobresalió un natural que enseñaba la naturaleza camaleónica del matador. Por ahí nos dejó también un gran pase de pecho. Remató una de las series con cuatro molinetes en alcayata y cerró con unos muletazos por bajo rodilla en tierra que fueron, quizá, lo más personal de su actuación. Mató de bajonazo atravesado y el público le pidió una oreja que fue concedida gracias al ánimo eutímico del presidente y de los mulilleros. Talavante se confirmaba así como un experto coleccionista de despojos.

El primer buey olía las rayas y Morante lo recibía en olor de multitudes. Curro Javier fijó al toro abanto y lo llevó larguísimo y por bajo hasta el picador. Del caballo salió suelto tras un picotazo para volver de manos del subalterno y recibir un segundo fuerte castigo trasero. Continuaba el toro con su afinidad por la querencia y por salir con la cara alta -Si me muero, que me muera con la cabeza muy alta- y Joao Ferreira clavaba un par de mérito. Ahí se fue Morante con la muleta hacia el toro, con su punto de casta y mansedumbre, esto es, de interés, le dio un molinete excepcional y, tras varios enganchones decidió, como Proust, ir en busca del tiempo perdido de los 53 avisos de las tardes anteriores, abreviar y entrar a matar en medio de la bronca. El marketing que lo rodea dirá que "no era toro para Morante", pero es absolutamente indigno para su oficio y un fraude para el que paga el, ni siquiera, intentarlo con ese toro.

Talavante recibió al segundo buey con un circo de los horrores capoteros: primero, una verónica, luego varias del pegolete que se transmutarían en unas chicuelinas y una larga cambiada de cierre. Quizá este eclecticismo es el que mejor define a este torero, sumido en una metamorfosis permanente. Si Morante es de Proust, porque "para relojes" y recupera tiempos perdidos, Talavante es indudablemente de KafkaMontes lidió bien y Ambel clavó tres de los cuatro palos. Se arrodilló el matador, citó en la larga distancia y, sin limpieza, aguantó y condujo la embestida a tarascadas haciendo penitencia por la arena. Se erguía como un costalero y, ya en bipedestación, todo fue a peor. La contra-evolución. Mató a la tercera de estocada atravesada.

Aguado elevó el tono de la tarde con una torerísima manera de fijar al tercer buey en su capote, quedándose enfrontilado de rodillas para provocar cada vez su vuelta y, una vez dentro de su mando, dar unas verónicas de buen gusto. El toro bajó del caballo al picador y el presto capote de Juan Sierra se llevó al burel mientras se caía y atrás dejaba un caballo sin hombre. Salió Morante al quite y dio tres verónicas y una media reconocibles por su mano alta al final del lance y que destacaron, de manera excepcional, por realizarlas en una baldosa y sin apenas corregir la posición. Aguado respondió por chicuelinas también de mano alta rematadas por una gran media. En la muleta, tras un inicio en el que destacó un largo y templado trincherazo, seguido de un molinete y un lento cambio de mano, pronto se descolocó el torero y se rajó el toro. Se atascó al matar y recibió el único aviso de la tarde, lo que es noticia.

En el cuarto buey no pasaba nada hasta que la afición hubo de despertar a Talavante para que se colocara en su sitio para la cosa de los rehiletes. A Morante se le vio cierta voluntad con este toro -Crepúsculo de los bueyes está despuntando el alba-, engatillado, astifino y que rebañaba al final del lance, algo descompuesto. Compuesto iniciaba su labor el de La Puebla, pasándoselo cerca, en torera figura sobre la que, no obstante, se fueron imponiendo visualmente los enganchones y una obscena descolocación. Al salirse de la suerte suprema, dejó primero una media suelta, pescuecera y perpendicular, que escupió el toro, y luego un bajonazo con travesía. Estuvo muy certero el puntillero. De nuevo, no recibió avisos.

El último buey era largo como los nuevos 106 de Talgo que Puente ha puesto para ir a Galicia, tierra en la que el animal se sentiría como en casa junto a las Rubias gallegas. Todo lo que tenía de pesado el toro, lo perdía en un corretear de lástima con sus pezuñitas amablemente surcando la arena, como sin querer dañar esos átomos de sílice y carbonato de calcio. Un toro químicamente educado. Aguado toreó a la verónica muy despacio y con naturalidad al bóvido inválido. En la segunda entrada al caballo, se quedó el astado en los cuartos traseros del penco y se inició un girar de los dos cuerpos con el que, si hablábamos antes del nivel atómico, atendíamos a un movimiento celestial que empezó a arremolinar a su alrededor, en torno a su gravedad, una galaxia de capas y monos. Todo eso giraba y giraba y entendíamos que el planeta podría ser un universo de los simios. Tres veces pidió el cambio de tercio Aguado y tres veces se lo negó Eutimio. En esta negativa del palco, aparte de la referencia bíblica, hay una tendencia positiva en esta feria, y es la de no consentir pasar al segundo tercio sin dos entradas apropiadas al penco. La blandez del buey hizo que sólo se prestara atención a la labor del matador por ver si tenía a bien abreviar y que nuestros ojos contemplaran el milagro de que la corrida terminase a las nueve en punto, justo cuando el sol se va por el reloj de la plaza. Se empecinó y el sexto buey cayó a las 21:06. Lo mejor de la tarde -La agonía de los bueyes tiene pequeña la cara, la del animal varón toda la creación agranda-.

Tercer encierro de San Fermín 2025. Un toro bastardo

El destino de estos toros que debutaban hoy, esto es, para lo que los ha criado Álvaro Núñez , para lo que la Casa de Misericord...