Doña Mercedes Picón Agero, marquesa de Seoane, definió certera e ingeniosamente a las figuras de hoy como de "mazapán y pitiminí". Con menos lucidez, pero con la misma puntería, podríamos añadir que esos toreros de hoy son también figuras del descaste. Mandan poco en el ruedo, pues hay poco sobre lo que mandar, pero mucho en los despachos y en el campo. Su poderosidad (término juliano) reside en la eliminación, supresión o aniquilación de cualquier atisbo de casta, en romper con la filiación centurial (tras la Eucaristía, uno quiere pensar que el rito más repetido de la historia, al menos en España, sea el de la Corrida) de eso que le hace al toro ser un toro de lidia, para desnaturalizarlo y degradarlo a un simple producto para el triunfo. Hablaba el genial Jean Juan Palette Cazajús sobre el surgimiento del «aura» en Salmonetes, para lo que es necesario la presencia en la plaza del espectador, aquel Toro de riesgo o emoción y la experiencia de lo irrepetible. Con el bóvido bobo manufacturado por las figuras es imposible ese surgimiento del «aura», pero, a cambio, surge el «resplandor» de la experiencia masivamente individual de tele-disfrutar (no emocionarse) del obrar del torero en la pantalla de un smartphone. En el aperturismo, fue el destape, y hoy, en el federalismo, el descaste del toro (y del españolito).
A los toros de Santiago Domecq, que aún conservan su casta, no los quieren las figuras, y casi mejor que así continúe. La de Bilbao en 2022 la estoquearon Ferrera, Garrido y Valadez; la de Madrid en 2023, Saldívar, Adrián y Lorenzo; y la de Sevilla de este abril, Garrido, de Miranda, y Valadez. Las tres fueron declaradas como mejor corrida de cada uno de los seriales y no hubo ninguna figura en ellas. Hoy, extrañamente se colaba Talavante entre medias de Uceda Leal y Borja Jiménez en el cartel, y se la colaba su apoderado, Simón Casas, ya que se le iba a ir otro toro para hacer rugir a Madrid. Todo fuere que hoy actuaba una figura, que ha habido baile de camiones, ahora que el Gobierno tiene su estrategia de Mercancías 30 para incrementar la cuota modal del transporte ferroviario de mercancías, reducir la contaminación y a cambio de que Bruselas nos obligue a poner peajes, para que, finalmente, esa ciencia veterinaria venteña, tan opaca como infusa, decidiera que habríamos de ver cinco de Santiago Domecq, muy justos de presentación, blandos 1° y 2°, encastadísimo 3°, enclasadísimo (que dirían los revistosos) 5°, e interesantísimo 6 °, y uno de Algarra, 4°, con cuajo, manso y soso. Una tarde de no hay billetes, pero sí andanadas con calvas, marcada por un faenar en los terrenos del 4, 5 y 6, entendemos que buscando el menor viento o el mayor aplauso.
El segundo toro (el primero no he podido ni verlo en el televisor del bar del 7, apagado, espero, por nuestra crítica a los toros tele-comunicados), para Talavante, siguió la tónica cuestabajo de la Feria y que se resume en la siguiente secuencia de términos: impresentable - pegolete - cirugía - inválido - chicuelinas - despegado - "el siguieeeeente" - abrevia - atravesada y caída. Sin avisos, eso sí.
Con el tercer toro, Experto, cambiaría la tarde. De veletos pitones y escurrío de caja, recibió justas protestas de salida. Borja Jiménez, que había saludado una ovación por su actuación en Otoño, lo recibió entre el 6 y el 7. Trató de estirarse, pero el toro, por falta de fuerza o exceso de casta, se lo impidió. Acudió pronto al caballo y empujó con la puya clavada atrás en su lomo. El matador lo dejó bien colocado para un segundo encuentro, al que se lanzó igual de presto y con el mismo empuje, pero con un solo pitón. Al salir, mostró cierta falta de fuerzas, pero con los rehiletes empezó a subir la casta y a atenuarse la blandura. Borja Jiménez se fue al 4, y allí, o mejor en los medios, Experto esperaba un César Rincón. El matador empezó con unos doblones por bajo, con una sola rodilla en tierra, en los que llevó la embestida hasta el final y muy de cerca, clavó también su otra rodilla y la casta del toro lo levantó. Ya de pie, con la derecha, aguantó firme en los primeros pases el torrente de casta, pero en el último y el de pecho, sufrió. La segunda serie de derechazos sería la mejor, de suerte cargada, pudiendo y templando la vibrante embestida y rematando con un molinete y un cambio de mano que fue lo mejor que habíamos visto en más de una semana. Había emoción. Se echó la muleta a la izquierda, la suerte de nuevo cargada, pero al hilo del pitón y Experto fue ganando la lucha. Por ahí no se sentía súbdito, sino rey. Borja Jiménez se descompuso en cierta medida y recurrió a un circular, tan vulgar, como poco efectista. Su labor no subió ya. Pinchó arriba y luego metió la espada hasta la bola, aunque caída. El toro seguía con la boca cerrada y, separándose de las tablas, se tragó la muerte. Se iba Experto entre una rotunda ovación y se iba nuestra cabeza a pensar que el toro había ganado, pero que con otro contrincante habría ganado aún más rotundamente.
Los primeros tercios del cuarto, de Algarra, fueron olvidables salvo por su exhibición de mansedumbre punteando el peto y huyendo hacia la puerta, y por la reclinación que hizo sobre sus cuartos traseros el caballo de Pepe Aguado que casi arrojó al hombre de espaldas sobre el toro. Ya con la muleta y en el 4, Uceda Leal firmó un inicio en el que cada trincherazo y cada natural eran un cartel de toros, no sólo por la composición, sino porque los daba tan despacio que parecían grabarse en una imagen. A partir de ahí, la sosería y los frenazos del animalejo, que pasaba por un toro de cuerda, pesaron más que la elegancia con la que el matador lo trataba, lo que no fue óbice para que emergieran dos templados y hondos derechazos al final. Se tiró Uceda recto dos veces, pinchó arriba en la primera y en la segunda dejó un espadazo algo caído.
El quinto era un buey sin cara de 600 kilogramos, por lo que también fue protestado. Talavante trató de dar unas verónicas, lo que sirvió para comprender dos cosas: una, lo suyo son las del pegolete, y dos, que el toro, Tejonero, embestía como un tejón. Derribó al picador en su primer encuentro y lo obligó a parapetarse en el peto del penco. Como el gin, el Yin y el Yan o el animalismo mandan, las buenas gentes aplaudieron el levantar el caballo por los monos. Qué material tendría Lynch viendo a unos monos levantar un caballo acorazado en mitad de un anillo repleto de gente, unos borrachos y otros no. En el segundo encuentro, sin caídas, el toro recibió otro puyazo trasero y empujó bien. Hizo otro quite Borja Jiménez de nuevo por chicuelinas de mucho ajuste por el izquierdo. Ambel saludó una benévola ovación por sus pares que clavó pasado y saliendo airoso. Talavante empezó y desarrolló entonces su feria de baratijas, de accesorios, de vulgaridad frente a un contrincante que embestía humillado como la ametralladora ligera M249, que realiza 1.150 disparos por minuto. Estatuarios, cambiados por detrás, doblones, pases de pecho quebrantahuesos y todo de perfil, descargado y hacia fuera. No es que se le fuera el toro, es que se le iba Madrid. Entró a matar y se encontró con Tejonero, al que dejó una estocada desprendida. Los subalternos se empecinaron en darle vueltas y cerrar al toro, y éste, que seguía con la boca cerrada, quería alejarse de las tablas. Sonó un aviso, y al segundo descabello, cayó el toro, arrastrado en gran ovación.
Ni mencionaremos aquí la diferencia entre Experto y Tejonero para no dejar a Talavante en todavía peor lugar.
El último, Emperador, asomó su carita de ángel en el burladero del 7. Se fue súbitamente hacia Alberto Sandoval, que lo cogió arriba y aguantó la pelea mientras el toro elevaba el penco por sus manos. Mejor el picador que el toro. Borja Jiménez lo colocó algo más lejos para un segundo choque hacia el que el toro arrancó con fijeza. El picador tiró la vara con torería que cayó otra vez arriba, y el toro peleó mejor. Tras esta emoción, y con el toro fijo en el caballo para una tercera vara, Eutimio, accediendo a la solicitud del matador, cambió el tercio. Sandoval se fue entre ovaciones y protestas. Podemos distinguir a la afición de Madrid del público esporádico como aquella que pide una tercera vara que nunca es concedida. El toro empezó a exhibir cierta casta, persiguiendo hasta el final al primero de la cuadrilla y obligándolo a guarecerse en el burladero. Fue excepcionalmente lidiado por Barbero, que dejó a Emperador colocado para cada par de banderilleros con un solo capotazo, sobresaliente el último. Tardó mucho el matador en empezar su faena y el toro cambió. Se volvió más brusco y rebrincado, soltaba la cara y se quedaba corto. Ante esa embestida descompuesta y emocionante, Borja Jiménez estuvo muy firme con su mano derecha, tragando y queriendo mandar y templar. En los de pecho, por el izquierdo, se le colaba y se revolvía. Pese a ello, cogió la izquierda y quiso arañar algún buen natural. Su porfía duró apenas una serie y pensamos en que pensó que todavía tenía otras dos tardes. Cerró con una tanda mandona por el derecho y de gran compromiso. Se tiró recto a matar y dejó una estocada desprendida y atravesadilla.
Salíamos del tendido pensando en estos toros que no quieren las figuras, en la suerte de Talavante y en nuestra suerte de que a Borja Jiménez no se le atisba maleabilidad, cuando Karol G disipó todo pensamiento posible y nos dimos de bruces con la discoteca del 7. Por las escaleras hacia la Puerta Grande volvió el pensamiento y nos preguntamos si las figuras frecuentarán la descasteca.