Lo que hoy somos como españolitos, en potencia y en acción, está en Vinicius Jr. En lo que hace y en lo que se le dice y hace. Él es la a-létheia de nuestra Españeta. Un espejo. Por él, nos comprendemos como energúmenos, que siempre lo fuimos, laicos, desde el afrancesamiento, y serviles, por ideologización estatal.
Vinicius juega como un rayo que no cesa; fulgentemente recto, cae sobre el costado del rival, y el rival queda roto de blanco. Un rayo voraz, de piernas carnívoras sobre la yerba, que lleva el balón hacia delante como llega la luz a la sombra. Como todo relámpago, con naturaleza de cazador de defensas guarecidas en guadañas y de engendrador zangolotino de ofensivas. En fin, una descarga eléctrica que anuncia la inminencia de la tormenta: "y va el Madrid".
Y es que el relampagueo de Vinicius devuelve al fútbol a lo religioso tradicional, a aquello que nos religa con lo trascendente, con lo inexplicable, con el allende. Retornamos a una fe inocente y aniñada como la de la pequeña Borgen en Ordet de Dreyer. Nos lleva a creer en que hará lo que nadie hace, lo que algunos pocos hicieron y lo que ni somos capaces de imaginar. Mientras, todo el sistema-fútbol está religado con el poder del aquende (los clubes son estatales, autonómicos y locales), que ha hecho del tikitaka lo futbolísticamente correcto y se viene secularizando con ídolos de barro como Pedri. Ya Coleridge se lamentaba de que sólo lo visible es digno de fe, ¡y qué hay más visible que la agresividad de Gavi! ¿Cómo no creer en esa catártica violencia y cómo sí creer en el dolor de Vinicius si las voces de los televisoros nos insisten en que es fingido? Periodistas, ex-futbolistas hechos comentaristas y rouristas promueven la exclusión futbolística y social de Vinicius con un desprecio expandido desde la cocorota que encabeza la radio liberal, pasando por el pito flácido de los árbitros, y calando hasta los roncos corazones de antimadridistas travestidos de lealtades futbolísticas locales. Todos, energúmenos, laicos y serviles, desprecian a Vinicius. Si en política "¡populista!" es un insulto que esconde el desprecio de nuestras demogrescas al pluralismo, todo insulto a Vinicius es una repulsa fruto de la aversión a lo diferente y, en este caso, genial. Esto se vio en su excepcional partido frente al Varsa de Javi en la vuelta de Copa, que nos despertó del sueño sorayo de una Cataluña sanada y sacudió toda la vileza banalizada de esa comunidad imaginada.
En este fútbol mediatizado por la religión secular socialdemócrata cunde el tedio. Pasa lo mismo en los toros. Dos páramos culturales en los que algunos pocos aficionados deambulan esperando el milagro. Téllez lo hizo en Las Ventas y Vinicius lo hace en la Champions. Son dos clavos ardiendo a los que nos asimos. Para Ruiz-Quintano la única y última agarradera al fútbol es Vinicius. A ver si le dejan seguir siendo ese rayo que no cesa.
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