lunes, 15 de julio de 2024

Chirrino (para Chapu Apaolaza)


Era un toro cárdeno de Miura de 620 kilos y era su última vez. Era el primer toro que pisaba el asfalto de Pamplona el 14 de julio y el número cuarenta y tres del año 24. De los cuarenta y ocho era también el único toro que salía por delante de los bueyes y alguien pensaría en que la bravura es relegar a la mansedumbre. Era un toro alto, como un buey, largo, como un buey, anguloso de carnes, de gruesa mazorca, algo astigordo y algo playero. No era una pintura, era un toro y no era para la educación de Ortega o Aguado, ni para la descortesía de Rey. Sería para Ferrera.

A las ocho en punto de la mañana muchos espectadores se frotaban los ojos. Se les alegañaba un toro. El humo del café quedaba suspendido entre la polvareda de Santo Domingo y el contraluz. Un toro por delante, la vida en suspenso y los glúteos en el aire. Si el encierro se puede ver sentado, asobinado a lo diputado en su escaño, ejerciendo el mandato imperativo con su mando a distancia, no es el encierro. Por vez primera en ocho días el televidente y el corredor compartían algo: esos instantes en que no importa nada más que lo que sólo importa, en que no hay nada más. La emoción que se había reprimido, se exprimía a zancadas. Tocotó, tocotó, diez metros el animal, tres el hombre. Tocotó, tocotó, la Cuesta se iba tendiendo a su paso. Tocotó, tocotó, el mundo se abría y miraba aliviado. Tocotó, tocotó, no había cogotes, riñones o bemoles, sólo calle y rezos, resoplidos o caídas. Tocotó, tocotó, avanzaba el toro y se desglobalizaba el siglo, nos sacudíamos de encima a nuestras élites crapulosas, nuestras miserias agrandadas, nuestras riquezas atenuadas, nuestro carácter europeizado, todos los paracetamoles, mascotas, profilácticos, escolaridades, veganidades, sostenibilidades, federalidades y complejos. Tocotó, tocotóTocotó, tocotó, no era Jena, era Pamplona. Tocotó, tocotó, no era Napoleón, no era la Historia a caballo. Tocotó, tocotó, era un toro.

Un toro corriendo como un demonio hacia su fin. Teleología telecomunicada. Avanzaba velozmente, pero más que prisa, había inexorabilidad en su apresurarse. Era ver correr a la muerte. Era un toro que corría, derrotaba, arrollaba, arrojaba por los aires cuerpos y gritos y que llegaba a la curva de Mercaderes con Estafeta. Saltaba hasta el último tablón y chocaba con Torrechiva. La imagen temblaba. Se acercaba a ese esperado día en que un Miura salte por encima del vallado, de las cámaras y de su realidad para subir suelto hacia la catedral de Pamplona y salvarnos por siempre. En 56 segundos no había sucedido otra cosa en el mundo.

Era un toro, Chirrino, con el que nos despertábamos por última vez.

Tercer encierro de San Fermín 2025. Un toro bastardo

El destino de estos toros que debutaban hoy, esto es, para lo que los ha criado Álvaro Núñez , para lo que la Casa de Misericord...