Es pronto para conocer lo que deparará esta época D.j. en la cosa de los toros, pero, de primeras, procesionan seis Cuadris (y un Saltillo) en Madrid el Domingo de Ramos ante dos tercios de una plaza llena de ilusión y fervor.
Así, ahí estábamos y de vuelta a la llamada de Cuadri. Y, también de vuelta, nos iríamos un tanto decepcionados, pero con la certeza de que ahí estaremos, de vuelta, porque el aficionado es un iluso que reincide en su decepción. Esto es, utilizando la terminología woke, ¿hay algo más resiliente que el aficionado venteño?
Y es que de los Cuadris, tres en Cuadri y tres en Cuadrito. Íntegros sus pitones, todos serios, poco fieros, algunos duros y otros blandos, de algunos vemos la lengua y, en general, mal lidiados y peor picados. Cero caballos derribados. Cero burladeros rotos. Un capote rajado. Exiguo resultado para los mitólogos.
Lo propio en Ferrera es lo propio de nuestra era: una pugna entre lo pesado y lo ligero, que diría Lipovetsky. Como prueba, su ligerísimo capote de fantasía azulona (M.A.R. todavía no ha visto la ocasión de bordar el logo del PP de Ayuso en él), que es, a la vez, tan oportunamente pesado como para llevarse los 559 kilos de Bombardero, el quinto, y evitar la desgracia sobre Magaña. A Sombrilla, el primero, que arranca con todo en en varas, Otero y Sánchez banderillean con elitismo y salen torerísimamente andando del encuentro. Ferrera, ya solo y desconfiado por el izquierdo, le grita "¡Bonito!", a lo que el toro responde con un derrote que alcanza la muñeca del matador. Derrotado, pero sin entregarse, va perdiendo Ferrera la batalla contra la castita de Sombrilla, y aún saca un cambio de mano entre lo ligero y lo pesado. Al final, saca la lengua el Cuadri y el matador metisaca la espada, para luego hacer guardia, ejecutar seis descabellos y recibir un aviso.
Chacón se exhibe inseguro ante los 638 kilos de Pasajero, lo que le lleva a ser masacrado en varas. El toro se queda blandengue, pero parte un capote y resuena como si se rajara la sierra de Guadarrama. El matador continúa inseguro frente al medio-toro mirón y tardo, y elige los terrenos más cerrados, lo que no ayuda a la cosa. Descabella a la segunda tras una estocada baja, atravesada y perpendicular.
Aparece Taconero, un Cuadrito. Gómez del Pilar se estira con el capote una vez y no más, pues el toro lo obliga a salirse hacia fuera mientras salta buscando rebanarle la sesera. El matador innova llevando a su picador más allá del burladero del 7 y, en esas, pierde la cara al toro, quien decide que eso del I+D+i no va consigo y se va hacia él como un Hyperloop para acabar bajo la puya. Luego acude con bravura y desde lo largo a un segundo encuentro en el que recibe lo habitual: un castigo trasero. La faena empieza por bajo sin alargar el viaje del animal. Luego todo sucede por las afueras, la vulgaridad y la cara alta. Una vez que el toro saca la lengua, tras muchos pases, Gómez del Pilar se decide a atacar al toro y consigue algún derechazo estimable. Cae el toro en el primer descabello y tras tres entradas a matar dejando una espada muy tendida y trasera.
Sobre los 670 kilos de la negrura más negra de Bagonero, el azul del capote de Ferrera es del azul más azul posible. Sobre esa negrura honda, larga y alta caen mal los puyazos. Sánchez y Murillo levantan la tarde y a la plaza con dos pares de gran emoción. El toro muestra cierta casta y enseña que su idea es ir más hacia dentro que hacia fuera. Ferrera lo entiende pronto, pero a veces, dentro de su ligereza pesada. Aprovecha ese viaje al interior en dos derechazos muy buenos, por bajo y relajado que refrenda luego en un excepcional natural. Faena así, de retazos sueltos que llegan a pesar en la memoria entre una bruma de pases ligeros. En todo momento, impresiona ver la insignificancia del cuerpo del matador frente a la inmensidad del cuerpo del toro. Mata de estocada caída que hace rodar al toro. Gracias a la parsimonia de los benhures de Simón, el Presidente concede la primera orejita del año.
Con Bombardero, difícilmente reconocible como Cuadri y hasta como Cuadrito, Chacón está inseguro como en su primero. Destacar el buen primer puyazo de El Bala y que, desde la andanada del 7, una cuartilla del programa de mano cae en ligero vaivén sobre la noche pesada de cabezas, y se piensa en que la tarde se ha ido en cada último suspiro de cada toro y que hace unos 1.991 años el Hombre entraba triunfal en Jerusalén.
Los 612 kilos del sexto, Cafetero, caen también, pero sobre la arena, y la gente pide al Saltillo (al que no pude ver).