sábado, 18 de noviembre de 2023

La PSOE-State-of-mind, una religión contra España

Hoy hay tres Españas. Una, la histórica que, por despertar en Ferraz, está siendo apaleada, despreciada y ridiculizada por el régimen estatal; dos, la mansa que, adormecida por los deejays de Feijóo y la cancioncita de los Fernández, "que son muy amables", se regocija en el aplauso al maderamen, al sanitario, a la Constitución y a la Unión Europea; y, tres, la hegemónica y oficial de la PSOE.

La España de la PSOE es, como diría Cavia, continente y contenido, es Estado y es Nación: es lo que el uno dicta que debe ser la otra. Como vociferó la periodista Méndez a las puertas de la Cámara Baja y confirmó entre interferencias intelectuales Simón, el politikon: "la Constitución es la nación. ¡Qué va a ser la nación si no es la Constitución!". Olé nuestros politólogos, genuinamente dotados para mofarse de Tucker Carlson. Un alarde de experta ignorancia que, sin embargo, muestra la realidad: la España de la PSOE es la fabricada por la Constitución, por el Estado. Es una España estatal y estatalizadora. Es la creación definitiva del Estado social y democrático de Derecho, del reconocimiento de la autonomía a las nacionalidades y regiones, de los ya 45 años de democracia-que-nos-dimos-entre-todos, y, en definitiva, del Régimen del 78. Es la España psoecialísticamente o setentayochísticamente correcta.

La España de la PSOE es así un engendro fruto de la integración de las gentes en el Estado por la religación a través de una fe, la PSOE-State-of-mind, que es la principal religión secular de España. Si Whitehead decía que la religión es lo que el hombre hace con su soledad, la religión psoecialista le dice al españolito qué hacer con su soledad. Integra toda la vida en ella, cala hasta lo más íntimo en sus fieles, les dice todo, les exige todo. De esto te tienes que reír, de esto no, o bueno, sí, pero sin exagerar; esto es lo que has de aplaudir, abuchea esto, tolera esto otro, por supuesto, ésto desprécialo; ve a ver esta película, suscríbete a este influencer, esto es cultura y esto no; ríete con Broncano, aprende con Manuel Vicent, desayuna con Angels, y acuéstate con Wyoming y sus chicas; vive como te digo y serás feliz en esta tierra. Un hombre nuevo hecho por y para el Estado, cuya salvación es aquí y ahora en modo de paguita y carguito, para él y para sus hijos.

El dogma con el que la PSOE-State-of-mind religa a todos sus fieles es una idea de progreso. Esta es, como vio el sabio Ratzinger, el progreso entendido como verdad. La verdad (= progreso) sólo la tienen los psoecialistas, y todas las demás verdades han de ser apartadas al rincón de la intolerancia y de lo antiestatal y, por tanto, antidemocrático. No deben tolerarse ideas antiprogresistas, la historia se comprende linealmente como progreso y no se han de dar pasos atrás. Sólo hay una salida: escapar abandonando lo que se considera rancio, podrido, o atrasado. En esta huida o caída, afina Sloterdijk, hacia adelante, la única certeza es que el progresismo, la religión psoecialista, debe ser impuesto a los que no lo comparten. Certidumbre que también proporciona a los fieles un aura de impunidad. Por ello, y en nombre del progreso, sólo un psoecialista puede presumir sin consecuencias de haber robado, puede jactarse de decisiones que empeoran la vida de los españoles, puede prometer algo y ser aclamado por hacer lo contrario, y es el único espécimen que puede expresarse en libertad en España.

Un dogma progresista, el psoecialista, que, además, se construye a partir del exterior. Fuera de las fronteras de la PSOE-nación encontramos una vanguardia cultural de globalismo, agendismo2030, wokismo, transhumanismo, interculturalismo, o paganismo, entre otros estupidismos (Flaubert). La PSOE husmea en ese exterior harinoso de ismos e ismas y hace de él un churro que sumerge en un café para todos y todas nosotres. La religión psoecialista absorbe todo lo considerado a la vanguardia de la moda por el extranjero y lo lleva a la vanguardia de la vanguardia, lo hace política pública, lo convierte en presupuestos generales, en dinero de todos y de nadie, en fachadas energéticamente eficientes, en cine subvencionado o en heredera al trono del Reino de España. Son traedores (¿traidores?) de tendencias foráneas: cool-hunters (¿Biden?). Todo lo bueno está fuera. Todo lo español se ha de sustituir por lo extranjero psoecializado. El coche por la bici; el hogar por el co-living; la carne por el escarabajo marroquí; la tauromaquia por la zoofilia; el matrimonio por la unión; la familia por El País; o los niños por las mascotas. La rosa en el puño del símbolo de la PSOE no es otra cosa sino la naturalidad arrancada de España. Para la PSOE-State-of-mind todo lo de España es intercambiable, nada es imprescindible, esencial, salvo la Guerra Civil. Su memoria guerracivilesca es democrática y lo único que España ha de conservar.

Por último, como toda religión, la psoecialista se basa en la adoración a un ídolo. Y ese ídolo, su Mesías, es Zapatero. Sánchez es sólo el último apóstol. Para comprobarlo, no hay más que preguntar a cualquier alto o altísimo cargo de la PSOE en la administración estatal y observar la baba caída sobre su iPhone estatal tras las alabanzas vertidas en torno a su querido José Luis. Zapatero, subido a los trenes del 11-M, trajo el matrimonio gay, la muerte digna de Pajín, la Memoria Histórica, el plurilingüismo y la exhumación de Franco. Ejecutó la religación definitiva entre psoecialistas y Estado que el tirano de Ferraz hoy continúa. Zapatero es la PSOE-State-of-mind lo que Guardiola al culé.

Con la religión PSOE-State-of-mind, el Estado, el Régimen del 78, pretende eliminar toda otra vida nacional existente en el territorio. Sólo cabe la España de la PSOE y cualquier otra que gustosamente se someta a su hegemonía (como la mansa de Feijóo y los Fernández), pero la Nación histórica ha despertado y debe entender que se enfrenta, de nuevo, a una religión.

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