Volviendo a lo de los cuernos, los seis Adolfos de hoy han salido sólidamente complicados, que viene siendo lo esperado de un toro de lidia. De ellos, tres han sido como de un blandibú difícil de amasar, otro "enclasao" que diría el ya silenciado Emilio Muñoz, y otros dos muy duros y complicados. También, en general, recibieron una lidia como de capea del divorcio, y pasaron por el caballo como el que pasa obligado por los tornos del metro. Eso sí, celebramos que hoy no hemos visto asomar la lengua de ningún toro y nos apenamos porque enfrente no hayan tenido a las figuras o a toreros de esos que se dicen poderosos, como Julián de San Blas.
Sale el primero, de ilustre nombre en la casa, Sevillanito, y blandea. Sale también del primer puyazo con un aterrizaje y del segundo lo salva el capote del hábil Iván García. Tras los rehiletes, confirma de Torres, de 31 años y con 10 de alternativa, y se va a los medios. Sin probaturas (¿qué es eso de hacer las cosas para el toro?), el cárdeno le trastabilla y le desarma. El aficionado Leopoldo descubre ahí que el matador es linarense, como él, mientras el toro se le queda debajo al tercer muletazo de cada serie. Sucede esta escena tantas veces, que parece que baile con el toro, amarrado a él como el tal Onieva a sus escarceos amorosos. Dudamos si es el animal el que se para o si es el matador que no tira de él. Tras un dechado de disposición y una meritoria última tanda, lo mata de estocada pescuecera.
El segundo y guapo de ovación, Verduras, se asoma de un salto por el hueco del burladero del 9. Sin empujar en el primer puyazo y tropezándose al salir, desarma a Román al dejarle listo para el segundo encuentro, que se resuelve sin ser picado. La lidia es una capea, las banderillas fugaces y brinda el torero. El toro se queda corto y Román empieza firme, queriendo mandar, un deseo que, como el de todo español de bien, se ve truncado por la realidad. Se tiene la sensación de que el toro le está ganando la pelea, pero el matador se ha ganado al público tragando algún parón. Ejecuta un metisaca y luego una estocada entera y contraria. Suena un aviso y descabella a la primera.
Barbea el tercero, Tomatillo, por toriles, sigue por el 3 y el 4, hasta que se encuentra con Ángel Sánchez y salen juntos a los medios. Toma dos puyazos en corto y dejándose dar. De Torres se echa el capote a la espalda y cruzado, cargando la suerte y sin enmendarse, ejecuta un emocionante y limpio quite por gaoneras. Responde Sánchez por chicuelinas, con menos emoción y menos pulcritud. Tomatillo arranca hacia toriles y allí le espera Curro Javier que, sin dudar, le gana la cara y clava un pedazo de par en los terrenos de la querencia. Con el toro ya colocado, deja otro torerísimo par y se desmontera para recoger la ovación del respetable. Sánchez brinda a una joven y empieza tan desconfiado por el derecho que enseguida cambia al izquierdo. El toro no dice ni mú por ahí y la gente dice muchos "ay" cuando vuelve a la mano derecha, porque el toro se acuesta. Se valora que Sánchez abrevie y, tras un pinchazo, cae el tercero de estocada tendida y atravesada.
Con Pastelero, toro más feote, se quiere estirar de Torres con el capote, da una buena verónica y luego el toro no le deja continuar. Recibe mucho en la primera vara sin empujar y, quizá por piedad, le ahorran el castigo en la segunda. En esas, Leo se acuerda de Rocío la alguacililla cuando Iván García se luce en un poderoso primer par de banderillas en los terrenos donde lo hizo minutos antes Curro Javier. El toro llega al último tercio con una lidia impecable de Miguel Ángel Sánchez, lo que anima a su matador a plantarse de nuevo en los medios con la muleta en la zurda y sin probaturas. Inicia y desarrolla así un trasteo vulgar ante la dulce embestida de Pastelero, por las afueras y rematando por arriba en múltiples series. Todo cambia cuando aguanta un parón del toro que sí que era para parar relojes y no las otras cosas que se cantan por ahí, y da dos series de derechazos de verdad y muy despacio. El toro le desarma dos veces y en el tendido entonces nos acordamos de la polémica del afeitado, porque de Torres arroja primero una, y luego otra, ayudas a la arena y ambas caen cruzadas como el logo de Wilkinson, "Free your skin". La faena termina con la constatación de que, idealmente, la diferencia entre una figura y un pobre está en el número de muletazos necesarios para entender a un toro así. De Torres pincha abajo y cae el aviso. Caen también otros seis pinchazos más y otro aviso. Arrecia la bronca cuando agarra el descabello y logra tumbarlo al quinto intento. Leo se apiada de su paisano entre pitos y abucheos.
Román recibe al quinto, Holgazán, y remata con tres medias a tres leguas de distancia. El toro pasa por el caballo entre caídas y protestas. Cae también en el quite de Sánchez y afloran los pañuelos verdes. Durante el desesperante tiempo en que el Presidente Oliver niega la devolución, nos preguntamos si el traje blanco y oro de Román terminará igual de blanco que al salir por la Puerta de Cuadrillas. Con el traje impoluto brinda a uno en el 9 y se empecina en faenar a un toro que se desploma entre serie y serie. Como no hay nada que ver ahí, nos fijamos en la torera postura de de Torres con los brazos apoyados por fuera de las tablas y la cabeza inclinada hacia lo que pudo ser y no fue. Román se sale de la suerte con tanta alevosía como quien tiene que tirar unos cartones en los rebosantes contenedores para reciclar del Madrid de Almeidón. La espada hace guardia y el toro finalmente muere con el primer descabello.
El último, otro de renombre en Adolfo, Aviador, saca obligado a Sánchez hasta la boca de riego, dejando ver sus aviesas intenciones. De esas se entera el picador y le propina una primera vara eterna y en la que caballo y toro giran y giran de manera copernicana. Recibe un segundo puyazo de nuevo fuerte y trasero. Antonio Molina pone un buen primer par de banderillas que no refrenda en el segundo. Ya con la muleta, Sánchez soporta una colada tremenda en el inicio por el izquierdo. Tras ese aviso, el toro lo lanza por los aires hasta dos veces. Aviador es un toro muy duro que mira y remira al matador, quien logra arrancar un buen natural por el izquierdo. Le cambia el pitón y tras la tunda recibida, va rápido a por el estoque. Se lanza y deja una estocada muy trasera a la que el toro responde lanzando al matador de nuevo al aire, que rueda hasta saberse a salvo y quedarse grogui. Se va aupado a la enfermería y descabella de Torres a la primera.
Y así nos fuimos, con la discoteca dominguera de Las Ventas y con el pensamiento de qué es lo que hace que vaya más gente a ver novillos de Gallardo que toros de Adolfo.