lunes, 29 de agosto de 2022

Novena de las Corridas Generales. Miuras con comportamiento de toros, complicados y desiguales para un público que desea Juampedros (¿?).

Con el anuncio de la subida de precios en Las Ventas, uno sube a Vista Alegre y ve, con tristeza, que desconchones, mugre, grietas, derrumbes y restos de botellón sólo se ven en la plaza que cuidan Abellán y Ayuso. Y no comparemos la limpieza de una y otra ciudad que, si se lo contamos a Almeidón, nos manda con su Estado de derecho a luchar en la playa de Crimea. Otra cosa son los asientos de plástico de la galería de la plaza a 37 grados Celsius y con lluvia discontinua, que hacen que añoremos la sencillez de una almohadilla sobre la piedra venteña.

Buceando en el chubasquero para asomar la cabeza, se piensa en que en esta Feria de Bilbao se ha hablado mucho del hombre, tanto de su ausencia en los tendidos, como de su grandeza en Roca Rey, pero no se ha hablado del Toro. No he conocido la Bilbao torista, y lo lamento. Un lugareño me comenta que su mejor recuerdo taurino cuando de pequeño le llevaba su aita a los toros es que se les picaba tres y más veces. Cosa que, de hacerse en la Bilbao ideologizada hoy hasta el desquicie, sería motivo de desorden público y algún taurino saltaría al ruedo a atentar contra el picador.

Entre estas reflexiones empieza la tarde de toros, con un calor mojado que a González Pons le inspiraría una nueva novela, pero que al aficionado le hace sólo cavilar qué le ha llevado a estar ahí sentado un 28 de agosto. Hoy, en el 75° aniversario de la muerte de Manolete (sin minuto de silencio), nos ha traído a la plaza el toro que se llevó al cordobés en Linares: Miura, de Lora del Río, de la A con asas, de la divisa verde y roja. Los toros de la leyenda, que uno se imagina cuando piensa en toros y de los que hasta un chino animalista ha oído hablar. Los seis de hoy, para López Chaves, Manuel Escribano y Fortes, resultan de capas variadas, trapío desigual, duros, complicados, con su reconocible mansedumbre y, en general, descastados.

Sale el primero, Escandaloso, negro bragado y muy chico, barbeando por todo el redondel y amagando el salto, como si lo viera difícil. En tiempos de necesidad de diversificar fuentes de energía, Palomares hace fracking con la puya en el lomo del Miura, que recibe por todos los toros de las Corridas Generales. Esa masacre la acusa el toro en el último tercio, aunque pone antes en apreturas a los banderilleros. En la firme muleta de López Chaves, sale con la cara por las nubes y soltando un pitonazo. Domingo traga y monta una meritoria faena en la que se impone al toro y es recompensada con una justa ovación que saluda desde el tercio.

El negro meano, jirón y axiblanco Pañoleto, es una vaca flaca de Miura que se desploma sobre la arena como los toros loados y premiados de Santiago Domecq de un día antes. Salen los bueyes con el pañuelo verde de Matías, a los que el Miura ignora yéndose derecho a toriles porque por allí ve moverse al mayoral. Las bondades del aplaudido segundo bis, Mágico de La Palmosilla, dejaremos que las canten los revistosos del taurineo. Sólo decir que su lengua es la única que asoma en toda la tarde.

No se deja de salida el colorado tercero y mejor presentado, Taponero. Pelea en varas con alegría y muge tan fuerte por el último par de banderillas que seguro le oyen en los montes de Bilbao que sobresalen por encima de la cubierta de la plaza. Fortes brinda al público y faena tratando de torear bien, pero el Miura, con más casta que el resto, se lo impide revolviéndose en una baldosa al ligar dos pases. Fortes prosigue en su empeño, de buena colocación, pero sin mando. La lucha se resuelve con la victoria de Taponero, que no encuentra una lidia apropiada por parte de su matador.

Con la lluvia y el sol dando una tregua, aparece Relator, un castaño bragado de 646 kilos que no permite que López Chaves se estire con el capote salvo en dos largas cambiadas, ni que se luzca Bernal con el caballo. Tiene la mansedumbre propia de su hierro y desarrolla listeza en el segundo tercio. Se frena, otea el ruedo y persigue a los dos banderilleros. Se desentiende de lo que tiene cerca, fijándose en todo lo demás al salir por lo alto del capote de Rafael González. A solas con el matador, su comportamiento se agria y López Chaves soporta frenazos, miradas, y salidas distraídas. A la tercera, logra matar al toro, que se traga su muerte de pie después de haberse quitado de en medio a toda la cuadrilla y al matador con la primera estocada casi entera dentro.

Al larguísimo quinto, Zalamero, negro bragado listón, Escribano lo recibe con su segunda portagayola, ambas con éxito. Parece Escribano un funcionario de las portagayolas, con una especie de rutina preestablecida hasta para irse a toriles. El toro da una coz al burladero y rompe la lluvia. Por el peto pasa sin pena ni gloria, pero recibe cera de lo lindo. Pese a ello, llega tan entero al segundo tercio que Robles y El Algabeño pasan un martirio con las banderillas, que ponen de una en una, en homenaje a la canción del verano de Quevedo: "Y nos fuimos en una / Empezamo’ a la una". La faena de Escribano discurre entre los topetazos del toro y los speeches de su cuadrilla desde la tablas, soportando a ambos con firmeza y una buena labor. Truena cuando entra a matar perdiendo la muleta y, como un relámpago, el Miura le persigue hasta obligarle a refugiarse apurado en el burladero de cuadrillas. A la segunda, de estocada trasera y caída, y tras dos puntillazos, muere el toro.

El cárdeno y más corto Erizo, último de Miura y de la Feria, recibe de Fortes dos verónicas templadas y de bella ejecución. Sigue lloviendo y acude al caballo al relance, dejándose. Las banderillas caen también de una en una y el toro aprieta hacia dentro al ver a Escribano pasar por detrás. Cuando Fortes coge la muleta se levanta un vendaval que Erizo parece querer parar a fuerza de gañafonazos y rápidas revueltas. Para el matador es imposible siquiera intentarlo y abrevia.

Y así termina una miurada que no muestra la casta esperada, pero que ofrece una tarde de toros con comportamiento de toros y que ha mantenido en todo momento la atención en el ruedo. No obstante, por el enfado del público con la conducta de los toros en varios momentos, uno se va pensando en si lo único que se espera ya del comportamiento del toro como toro, es una movilidad sostenible, obediente y boba. Si no es así, el gran público taurino parece despreciarlo y no lo reconoce como toro. Para ser toro, hay que comportarse como un Juampedro.

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